viernes, 21 de septiembre de 2012


Ser rico y de derechas (II)


Escrito por: Coral Herrera Gómez
Los ricos de derechas están convencidos de que cada uno debería resignarse a la suerte que le ha tocado, necesitan la paz social para vivir sin miedo. Les molesta tanto que la gente quiera cambiar el estado de las cosas porque ellos viven bien. Cuando la gente necesita mejorar sus condiciones de vida y se organiza para conseguirlo, les aterroriza la posibilidad de ser despojados de sus propiedades, sus privilegios y sus lujos.
Por eso, para defender lo suyo, hacen  lo mismo que la gente de izquierdas: se organizan entre ellos. Los muy ricos y muy de derechas se reúnen y toman decisiones al margen de los Estados y de los organismos internacionales (por ejemplo, el Club Bildelberg; en sus reuniones plantean estrategias para atacar algún país y estimular la producción de armas, apoyan y derrocan gobernantes, financian procesos políticos que les otorguen más poder…)
A veces guerrean entre ellos, como en todas las mafias, pero suelen estar de acuerdo en lo esencial. Los blancos son superiores a los negros, los hombres mandan sobre las mujeres, los ricos sobre los pobres, los heterosexuales sobre los homosexuales. A los grupos sociales que reclaman la igualdad o que luchan contra la pobreza y la discriminación los llaman “minorías”.
Ellos pueden financiar la construcción de una escuela y una iglesia en un pueblo remoto de África. Les gusta dar pan a los pobres, pero no trabajar para lograr que los pobres produzcan su propio pan. No les hables de ayudar para erradicar el VIH, los embarazos adolescentes, los matrimonios forzados de niñas y viejos, los derechos de las mujeres. No les interesa financiar programas educativos para erradicar la pobreza: ellos solo piensan en que hace falta más policía.
La gente de derechas y rica percibe el espacio social como un lugar peligroso. Pero en lugar de pensar que el mundo sería mejor si no hubiese desigualdad, prefieren rezar en misa para que “la gracia de Dios” elimine la pobreza. En los sermones se habla de los niños que sufren (hambre, abuso, explotación laboral, guerras), pero les encanta hacer fiestas en mansiones para ostentar con sus trajes caros, sus coches caros, sus chicas caras.
Su filosofía es el “sálvese quien pueda”, y tienen todas las herramientas para sobrevivir en un mundo regido por sus leyes. Por eso son tan poco solidarios; solo se ayudan entre ellos, si les interesa. Son desconfiados, nada ingenuos, creen saberlo todo.
Pareciera que esta gente no tiene capacidad de empatía, ni sentimientos, ni ideales con respecto a un mundo mejor para todos. Ellos se creen más listos que nadie, derrocan y encumbran a presidentes, mueven piezas por el mapamundi como si estuvieran jugando al monopoly. Esta falta de capacidad para ponerse en la piel de los otros los hace inhumanos y monstruosos.
Se hacen fotos de grupo en las cumbres, pero nosotros solo vemos la punta del iceberg de un negocio que no conoce de fronteras ni límites.
Se ríen descaradamente de los demás cuando toman el poder. Nos ofrecen una cosa en época electoral, y luego actúan según las necesidades de “los mercados”. En tiempos de crisis financiera, nos acusan de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, y nos  piden que aguantemos y que arrimemos el hombro, prometiendo que los que no protesten podrán beneficiarse el día mágico en que se acabe la crisis.
No asumen su culpabilidad, se quejan de falta de liquidez.
Rescatan bancos, desahucian familias.
No asumen su responsabilidad social como empresarios, ni como banqueros, ni como políticos. Su codicia no tiene límites, sus actos carecen de escrúpulos.
No piden perdón, nos amenazan. Nos dicen que hay que trabajar más, aunque sean incapaces de crear puestos de trabajo.
Asumen su mala gestión sin avergonzarse. Su soberbia no tiene límites. Se sienten con todo el poder para insultar a la ciudadanía, despreciarla públicamente. No les quita el sueño que haya familias sin ingreso alguno, solo les importan las cifras de la macroeconomía, y el estado de ánimo de “los mercados”, que son ellos mismos.
Cuando ya han vaciado las arcas públicas convirtiendo deuda privada en deuda pública y se ponen a ver de dónde sacan plata, piensan en nosotros. Nos bajan los sueldos, nos despiden sin indemnizaciones, nos bajan las prestaciones de desempleo (o las eliminan directamente), nos suben los impuestos, nos ahogan con las facturas de luz y agua, nos echan de las casas, nos quitan el derecho a la salud, nos limitan el derecho de reunión y asociación, el derecho a huelga, el derecho a la protesta. Nos dejan sin médicos, sin bomberos, sin profesores, pero gastan millones en promover el espectáculo de sangre y muerte en las plazas de toros, y llaman cultura a ese lugar donde ellos se exhiben y hacen y deshacen negocios.
Con la ciudadanía, mano dura. Pero se arrodillan ante la Iglesia Católica: ceden suelos, les exoneran de pagar impuestos, prohíben el aborto, mandan a la hoguera los libros educativos en torno a los derechos humanos, tratan de prohibir el matrimonio igualitario. Algunos líderes de derechas, en lugar de recortar en aeropuertos que nadie usa o en visitas costosas del Papa, piden que se deje de hacer mamografías a las mujeres, aunque está demostrado que salvan millones de vidas al año.
Algunas lideresas de derechas nos piden, a las mujeres, que aguantemos los malos tratos como Cenicienta, que nunca se quejaba. Otro señor de derechas nos pide que nos quedemos en casa y no nos apuntemos a las listas del paro para no dar mala imagen. Las que sean autónomas e independientes, que se busquen un marido que las mantenga. Nos recetan paternalmente que para salir de la crisis lo mejor es tener hijos. Otra cosa es que esos niños puedan tener libros de texto o puedan acceder a la universidad. Ese es “nuestro” problema, no “su” problema.
Sus problemas los pagamos nosotros. Esta gentuza de derechas se envalentona con la crisis. Se sienten arropados por gobiernos de derechas que en lugar de meterlos en la cárcel, se dedican a destrozar todas las bases sobre las que están construidas nuestras democracias (todos somos iguales ante la ley, todos tenemos derecho a una vivienda digna y a un trabajo digno, todos tenemos derecho a la salud y a la educación pública y de calidad… etc).
Los de derechas no solo nos aplastan, sino que nos odian. Odian el socialismo, el cooperativismo, el sindicalismo y cualquier forma de organización social que promueva la igualdad y la distribución justa de los recursos. Aparecen listas “negras” de gente que participa en manifestaciones, y responden con violencia ante manifestaciones pacíficas.
No escuchan a la ciudadanía; se ríen de la gente que acude a protestar porque no les importa la indignación, y tampoco les importa disimular delante de las cámaras. Solo les irrita que la gente proteste en las calles, porque peligra su impunidad a la hora de hacer y deshacer.
Esta gente sin alma lo tiene claro: los inmigrantes que ya no hacen falta, que se vayan. Los que intentan entrar, que sean liquidados a tiros en las vallas de África. Que parezca que las puertas están cerradas; así podremos explotarlos en las fábricas y en los huertos. Los ilegales no existen, no cuentan, no pueden protestar.
Amnistía Internacional les denuncia públicamente.
Les da exactamente igual.  Ellos hacen cruceros o se escapan a islas paradisíacas, viven a todo trapo, consumen, fiestean, se deleitan con comilonas, se relajan en el spa, se operan las tetas y la cara, toman el sol en el yate, se regalan joyas, pero nos llaman vagos a los demás. Aplauden cuando los gobiernos recortan porque piensan que la gente vive “demasiado bien”; en su desprecio se les olvida ese cuento tan bonito de los derechos fundamentales.
Mientras la gran mayoría pierde (su casa, su trabajo, su matrícula en la Universidad, su derecho a ir al médico, etc), ellos tienen sus pensiones privadas, sus herencias, sus puestos vitalicios, sus redes de amigos, sus periódicos y televisiones, sus curas consoladores, sus abogados que los defienden cuando les agarran delinquiendo.
Tienen todo y quieren más. Su afán insaciable los hace monstruosos. Su visión del mundo está basada en la autoridad y en las jerarquías, y se relacionan con su entorno en base a la lógica del amo y el esclavo: unos ganan y otros pierden, unos mandan y otros obedecen, unos se enriquecen y otros se mueren de hambre.
Tienen los medios de producción, los medios de comunicación, los púlpitos y los altares, los tribunales, los parlamentos, los puticlubs, los estadios de fútbol, las reservas de petróleo, los partidos políticos, las tierras, los tanques y las bombas. Son pocos, son minoría, pero tienen casi todo el poder.
Ya va siendo hora de que nos juntemos para quitárselo. No es un juego como el monopoly: es el presente de millones de personas en la pobreza, es el presente de un planeta enfermo que pide cordura y buen trato. Nos merecemos que las estructuras morales, éticas, políticas y económicas de los “conservadores” se vengan abajo. Necesitamos unas nuevas con urgencia. Antes de que acaben con todo.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Ensayo sobre la 60ª Asamblea Central


Perspectivas de un Steward

Mi nombre es David Romero Mazzini (26 años), de la Iglesia Evangélica Presbiteriana y Reformada en el Perú, sirvo como facilitador en espacios juveniles (y no tan juveniles) ecuménicos e interreligiosos, y participé del programa de STEWARDS del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) para la 60ª reunión del Comité Central, que se llevó a cabo del 28 de agosto al 5 de septiembre en la Academia Ortodoxa de Creta, en Grecia.
En dicho Comité Central se discutieron diversos asuntos, en especial los concernientes a los preparativos de la Asamblea de Bousan en Korea para el segundo semestre del próximo año 2013.
Asistí a este Comité Central en calidad de STEWARD, vale decir, como un ayudante para asuntos menudos como distribución de documentos, encender y apagar micrófonos, instalación de cables y aparatos, limpieza, anfitriones, etc. Pero en mi opinión, lo más importante de nuestra presencia fue el ser testigos de primera mano del proceso de toma de decisiones al interior del CMI.

Antes que se reunieran los obispos, pastores, reverendos, padres, archimandritas, etc. Tenía expectativas con relación al desenvolvimiento de la reunión del Comité Central:
Primero pensé que se trataría de una asamblea como la de los Árboles antiguos de la trilogía del Señor de los Anillos. Me refiero a los “ENTS” (El Señor de los Anillos/The Lord of the Ring) que son árboles vivientes, sabios y antiguos, que se mueven y administran una especie de bosque sagrado. En la película se ve que tienen una reunión para decidir si participarán o no de la guerra. Pero nadie decía nada. Cuando un joven imprudente (como yo) pregunta porque nadie dice nada, la respuesta es que ellos hablan en la antigua lengua, el “Éntico” y solo hablan cuando tienen algo importante que decir, de lo contrario no dicen nada. 
Este fue el caso en un principio. He tenido la oportunidad de escuchar discursos muy emotivos, muy inteligentes, muy bien articulados, pero otros muy desubicados, incluso machistas. Lo que me hizo entender la variedad de niveles presentes en los delegados de las diversas iglesias. A pesar de ello, mi mayor pesar fue escuchar los silencios de parte de mis autoridades religiosas. Ese sentimiento de insatisfacción y vacío me hizo recordar que finalmente soy joven, y SI, QUIERO VER CAMBIOS, y los quiero ver en mi generación.

En algún momento recordé las imágenes del congreso (parlamento para otros países) de mi país. Pero la reputación de los congresistas en mi país es muy mala, por lo que el ejemplo me parece malo por si mismo. Sin embargo, el ejemplo es justo en la medida que democráticamente se discuten asuntos de interés común; pero no es completamente adecuado, ya que en el congreso de mi país (y así es el modelo democrático) se gana por mayoría, mientras que en el CMI las decisiones se toman por consenso. Esto implica que el proceso es leeeeennnnntoooo, pero esto asegura que todos y todas tengan la oportunidad de expresar sus ideas y negociar con la expectativa de llegar a conclusiones satisfactorias para todos y todas, en caso no se logren conclusiones, el tema se abandona hasta otra oportunidad.
Una comparación más justa (en mi opinión), aunque más alejada del mundo de la teología, está en la mecánica robótica y es sacada de la película “Transformers”. En este film unos robots gigantes se transforman en autos de distinto tipo (de ahí el nombre “transformers”) o en máquinas, o diferentes clases de vehículos. Pero lo interesante es el proceso de transformación. En la animación se ven distintos pedazos de metal que conforman al robot, que se mueven, desencajan y encajan en otro lugar, igualmente los engranajes, todas las piezas se mueven para reacomodarse en un nuevo lugar. El resultado es que las mismas piezas pasan de una forma a otra. Ambas funcionales y completas. El punto de comparación que encuentro es que en el proceso de toma de decisiones, las iglesias y sus representantes democrática o episcopalmente elegidos, deben defender sus posiciones, pero en el choque o confrontación de ideas de los unos con los otros, estas ideas (o identidades) mantienen su integralidad y sin embargo cambian de posición para ubicarse de tal manera que empalman con otras ideas que a su vez también han tenido que cambiar de su posición inicial para encontrarse con otras y encajar de tal manera que ambas mantienen su integralidad, y sin embargo se engranan.
Esa última figura que uso a manera de analogía sacada del mundo de la mecánica, fue la respuesta de uno de los STEWARDS procedente de la Iglesia Copta de Egipto, cuando le preguntaron por su evaluación del programa de STEWARDS. Él nos veía en una dinámica de mutuo apoyo y necesidad, donde uno aporta al buen funcionamiento del otro/a, incluso algunos no se ven entre si, pero de no ser por aquella pieza lejana que funciona bien, la otra pieza lejada, pequeña o grande, no podrá funcionar adecuadamente. De ese modo, el programa de STEWARDS (aprox. 30 jóvenes) no se puede comparar a la Asamblea Central o al Comité Central del CMI (aprox. 300 personas), pero si es perfectamente comparable al propósito de servicio el uno al otro, y al sentimiento de fraternidad que nos une.
Ese sentimiento de fraternidad me hizo sentir cómodo, me sentí en casa a pesar de estar en un país que no era el mío, me sentí en familia, a pesar de que a todos los jóvenes STEWARDS les conocí por primera vez en Creta, sentí que hablábamos el mismo idioma, a pesar de hablar (y mal) en una lengua que no me es propia, porque hablábamos en el lenguaje del respeto, de la tolerancia, de la aceptación y del amor cristiano. Fui testigo de primera mano de un auténtico ECUMENISMO.
Anubis

Ser rico y de derechas (I)

Escrito por: Coral Herrera Gómez
Llevo dos semanas sin parar de pensar en la gente de derechas. Creo que me encantaría poder hacer otra tesis doctoral para poder entender mejor a esta clase de gente. Ahora mismo solo tengo a mano estereotipos sobre aquellos a los que denominamos “conservadores” en su versión más light, y “fascistas” en su versión ultra. Así que si algún rico de derechas me lee, tiene todo el derecho a contradecirme y a mostrarme la diversidad y complejidad de este sector tan reducido de la población, pero tan poderoso.

Y es que a pesar de que existen ricos de izquierdas y pobres de derechas, los que más me alucinan son los ricos de derechas. Es cierto que no conozco a mucha gente adinerada de derechas, pero los que he conocido me fascinan por su doble moral. Tienen una forma de entender el mundo muy curiosa. Es una mezcla entre ignorancia, prejuicios, cinismo, hipocresía, y un poderío a la hora de relacionarse con su entorno que me deja anodada.
De los ricos me sorprende su capacidad para no ver lo que no quieren ver, y para crear paraísos hechos a su medida, sin contacto con las mayorías. Piensan con una lógica aplastante según la cual para ellos todo está bien, la gente está donde tiene que estar (unos arriba y otros abajo), y cuantos menos cambios haya mejor. Se agarran a las estructuras de desigualdad que ellos mismos han creado, se refugian en sus leyes, se sienten seguros bajo la moral de la religión a la que pertenecen. Les parece que este sistema desigual e injusto es el sistema ideal, les gustan las jerarquías porque ellos están en las cúspides.
A pesar de que en casi todos los países del mundo gozan de grandes privilegios,  se encierran en burbujas de ricos para no ver la realidad exterior, que les resulta amenazante e insegura. En lugar de pedir más escuelas, esta gente pide más policías.
Y es que a menudo tienen miedo de perderlo todo, se enrabietan como los niños cuando son obligados a compartir sus juguetes. Pese a que los ricos de derechas son los que más roban porque están en las élites del poder político y económico, nos hacen creer que el enemigo está entre nosotros, y creen que el peor crimen que existe es asaltar sus casas de ricos o robar sus carros de ricos.
Esta mentalidad de ricos de derechas es ciertamente sorprendente. Creen que los pobres son maleducados y primitivos, pero cuando se les abre accidentalmente un micrófono, se expresan como barriobajeros insultando a la prole, a la muchedumbre, al populacho (que se jodan, habría que matarlos), o se insultan entre ellos (es un hijoputa, es un cabrón).
Las señoras ricas de derechas, por ejemplo, hablan de sus empleadas domésticas como si fueran esclavas a su servicio. Me sorprende el desprecio con el que hablan de las criadas muy sumisas, pero también de las que tienen iniciativa propia, por descaradas. Les oyes hablar con sus chóferes, jardineros, mozos de mantenimiento, guardaespaldas, y tienen un tono de superioridad que echa para atrás. Son incapaces de relacionarse en el mismo plano con gente que no es rica de derechas.
Es un grupo bastante homogéneo cuya ideología, como todas las ideologías, está basada en la defensa de sus intereses de grupo, aunque nos hacen creer que es una ideología universal que cualquiera puede defender. Pienso en el caso del señor rico de derechas que está en contra del aborto. A los demás no nos afecta, ni siquiera a este señor, porque no tendrá que abortar jamás. Tampoco nos afecta que una señora rica de derechas no desee abortar;  puede tener diez hijos o los que quiera porque tiene gente que se los críe y los eduque sin apenas complicarse la vida.
El problema de la gente de derechas es que creen que los demás debemos comportarnos de acuerdo a las jerarquías y normas que ellos se inventan. Imponen al resto sus ideas, sus miedos, sus reglas y su moral a través de los aparatos de poder político, económico y religioso. De este modo, como en la moral del señor rico está escrito que una mujer no es dueña de su cuerpo, la Iglesia Católica apoya esta idea y convierte en pecado el placer, el Estado limita los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y la economía se encarga de que solo las ricas puedan hacerlo pagando costosas clínicas privadas.
Se me ocurren millones de ejemplos más para explicar cómo la gente rica de derechas es perjudicial para la salud y para la vida de los demás. Ellos y ellas piensan que no todos los seres humanos son iguales. Un 10% del planeta tiene suerte (de nacer en familias acomodadas), y un 90% no la tiene. La cosa es que la gran mayoría de los habitantes de la Tierra es pobre, y la pobreza está mal vista por las clases altas de derechas, que piensan que los pobres son una especie de retrasados mentales, maleducados, sucios, vagos, delincuentes que actúan siempre guiados por sus bajas pasiones.
Por eso no tienen ningún dilema ético o moral cuando, para seguir enriqueciéndose, se dedican a producir armas. Porque es un gran negocio, aunque sirvan para que la gente pobre se mate entre sí. Las guerras son necesarias para estimular la (su)economía, aunque lejos de donde viven ellos.
Los ricos de derechas ven todo como un negocio. Instalan petroleras, minas, hidroeléctricas, piñeras o bananeras y no se detienen jamás a pensar en el daño que están causando a miles de personas. Contaminan el agua que beben ellos y los animales que cazan o que crían, ese agua contamina sus alimentos, esos alimentos causan terribles enfermedades. Pero ellos piensan en el “progreso económico” y se sienten felices proclamando que “están creando puestos de trabajo”, aunque pagan salarios paupérrimos. Se creen que tienen todo el  derecho a mantener a la gente en la miseria a cambio de su tiempo de vida y de la fuerza de su trabajo. Creen que es algo “natural” el que unos hayan nacido para tener los medios de producción y otros para trabajar toda su vida para ellos. Aunque van a Dios rogando, y con el mazo dando, creen que Dios le da a cada uno lo que se merece. Y no se crean que carecen de compasión cristiana; el dolor ajeno les da pena, a veces, y por eso donan migajas de su riqueza para aplacar su conciencia. La caridad no es lo mismo que la solidaridad; prefieren pobres dependientes que gente organizándose en redes de apoyo mutuo.
Los ricos de derechas no solo desprecian a los pobres y las clases medias, sino que creen firmemente que hay que prohibirles todo cuanto se pueda para que no logren tomar el poder. Extienden este desprecio para que nos dediquemos a putearnos entre nosotros (por ejemplo, los obreros que odian a otros obreros, los migrantes). Mientras ellos acumulan riqueza, creen firmemente que se lo han ganado honradamente. En ningún momento piensan que están robando a nadie, o que su riqueza empobrece al resto.
De este modo, la gente de derechas ha apoyado monarquías, dictaduras, sistemas feudales y democracias en las que ellos dictan las reglas del juego. En estas democracias, los ricos creen en la necesidad de tener un ejército y unos cuerpos policiales que defiendan sus propiedades y repriman las protestas de la muchedumbre.  Como están acostumbrados a que todo funcione según su visión del mundo, eso de los derechos humanos les suena muy civilizado y muy bonito, pero jamás se plantean cómo hacer para que todas y todos podamos disfrutarlos.
La justicia está de su parte porque con dinero compran jueces, contratan los mejores abogados, manipulan a los testigos, y se libran de la cárcel. Pero les suele gustar que todo esté regulado y normativizado, porque son ellos los que más fácilmente pueden saltarse las normas. Es decir, los ricos de derechas pueden coger dinero de las arcas públicas cuando ejercen de cargos públicos, pero aplican todo el rigor de la justicia contra la gente que asalta sus casas, contra la gente que protesta contra la corrupción, contra la gente que asalta supermercados para donar alimentos a comedores sociales.
Los ricos de derechas suelen estar a favor de subir los impuestos porque ellos se llevan su plata a paraísos fiscales con toda la impunidad del mundo. No solo no colaboran en el desarrollo de la sociedad en la que viven, sino que además nos chupan la sangre a los demás. Usan las carreteras que pagamos de nuestro bolsillo, los aeropuertos construidos con nuestro dinero, se benefician de todos los avances sociales, pero no aportan nada a la sociedad. Ni una octava parte de sus ingresos.
No solo no aportan, sino que rompen con todos los avances sociales que frenan la pobreza. Para ellos, no solo la naturaleza o los animales son susceptibles de ser explotados; también la educación, la sanidad, la cultura, el sexo, las redes de transporte y comunicación humanas son negocios para ellos. Por eso se sienten con libertad para explotar suelos, arrasar bosques, contaminar ríos, producir energía nuclear en países con riesgo sísmico, torturar animales para su exposición o venta, desplazar a poblaciones humanas de sus territorios y comprar o liquidar a aquellos de sus líderes que luchan contra sus intereses. La Tierra, los seres vivos y los demás humanos (esos que nacieron sin suerte o son vagos de nacimiento) están ahí para que ellos se enriquezcan.
Por eso comercian  con drogas, con órganos humanos, con bebés, con mujeres y con adolescentes.
Incluso el agua es un negocio para ellos; aún no han privatizado el aire, pero ya lograrán algún día, al paso que vamos, cobrarnos por respirar.
A los ricos de derechas les molesta mucho la gente de izquierdas que lucha contra esta explotación, porque se les jode el negocio cada vez que la gente se une para reclamar lo que es suyo. Pienso en la privatización de hospitales construidos con dinero público, con nuestro dinero. Ellos tienen empresas que gestionarán esos hospitales y se quedarán con los beneficios. Es una forma de robar a la ciudadanía lo que es nuestro.
Si, la gente de derechas roba. No es solo que desvíen fondos, que reciban regalos a cambio de favores, que sustraigan con naturalidad, como si la corrupción y el delito fueran parte de este sistema. La gente de derechas es cruel y egoísta, es clasista, es racista y muchos de ellos son machistas. Algunos se desligan de la moral católica y simplemente creen en los postulados del neoliberalismo salvaje, pero todos apoyan la limitación de las libertades y los derechos de los pueblos, porque entienden que las masas son peligrosas y jamás podrían autogobernarse a sí mismas sin caer en el más absoluto de los caos. Creen que las cosas son como son, y que cualquier pobre en su situación haría lo mismo: acumular riqueza, y mantener el orden para que nada cambie.
Seguirá….

jueves, 13 de septiembre de 2012

Los jóvenes aprenden "diferentes formas de vivir la fe cristiana"


Un grupo de jóvenes participaron como delegados en la reunión del Comité Central del CMI en Creta, Grecia.
Puede parecer una tarea trivial, ayudar con los arreglos logísticos de una reunión importante. Sin embargo, para los "Stewards" del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), esta tarea significa más que simplemente ayudar.

"Sí, tenemos la oportunidad de ayudar con la documentación y los arreglos logísticos de la reunión. Sin embargo, esto se acompaña de aprender sobre las diferentes formas de vivir la fe cristiana y experimentar un ambiente multi-cultural ", dijo David Rubén Romero Mazzini, que trabaja en la Mesa Evangélica Juvenil, MEJ Perú.
A la edad de 26 años, Romero Mazzini está trabajando como STEWARD en la 60a reunión del Comité Central del CMI, que se celebra del 28 de agosto al 5 de septiembre en la Academia Ortodoxa de Creta, en Grecia.

El programa STEWARDS está diseñado para jóvenes de entre 18 y 30 años, que tienen la oportunidad de participar en eventos ecuménicos bajo los auspicios del CMI. En la reunión del Comité Central, una de las tareas de los STEWARDS es contribuir con la "marcha del espectáculo", y también entablar un diálogo e introducirse en el trabajo del Consejo.
  
"Honestamente, sabía muy poco sobre el CMI antes de venir aquí. Mi implicación en las actividades de los jóvenes se limita a mi pequeña iglesia ", dijo Judit Agota Kantor, 23. Ella viene de la Unión Bautista de Hungría, y participar en la reunión del Comité Central del CMI es su primera "exposición ecuménica internacional". 
Kantor llegó a Creta sin "expectativas reales" Además de aprender sobre el trabajo de las iglesias. Este tema es realmente de interés porque ella también es una estudiante de relaciones internacionales. Perspectivas de Iglesias sobre temas internacionales, es lo que hace a la reunión una experiencia de aprendizaje positiva para ella.

 
Dada la tradición de los programas de STEWARDS en el pasado, esta iniciativa se considera una plataforma de formación ecuménica para los jóvenes. También se dice que es una oportunidad en la que "se hacen líderes ecuménicos". Sin embargo, Nam Ki-Pyung, un estudiante de 28 años de edad, de teología de la Iglesia Metodista Coreana, tiene una comprensión diferente sobre el papel de la juventud en las iglesias.
"Los jóvenes siempre se consideran el "futuro del movimiento ecuménico". Sin embargo, me parece algo cliché. Creo que no somos el futuro, sino el presente del movimiento ecuménico ", dijo Ki-Pyung. Para él, los jóvenes de las iglesias tienen un gran potencial ahora. Si se les da una oportunidad, dice Ki-Pyung, pueden contribuir con nuevas perspectivas sobre asuntos de interés ecuménico.

En la reunión del Comité Central en Creta, más de 20 STEWARDS trabajaron en apoyo y coordinación con el STAFF del CMI. Ellos contribuyen a la vida de oración, la documentación, la logística, así como ayudar a los asistentes de la reunión de manera particular.

Sin embargo, para Jean-Nenda Nyeche, la reunión significa "ensanchamiento de horizontes". "La razón por la que aplica para el programa de STEWARDS era expresar mis puntos de vista sobre el ecumenismo. A pesar de que vinimos a ayudar en el funcionamiento de la reunión, también es una oportunidad para nosotros (y nosotras) para escuchar a los líderes ecuménicos y de iglesia", señaló Nenda-Nyeche, de 25 años, un STEWARD de la Iglesia Anglicana de San Pablo en Atenas, Grecia.

Si bien el Comité Central, decisor principal y órgano rector del CMI, continúa su última larga duración reunión antes de próxima 10 ª Asamblea del Consejo en Busan, República de Corea el próximo año, los jóvenes participantes hacer una contribución significativa a la vida de la reunión, STEWARDS.




Traducido y adaptado por: David Romero
Fuente original en Inglés: http://www.oikoumene.org/en/news/news-management/eng/a/article/1634/youth-learn-different.html

martes, 11 de septiembre de 2012

El juego del poder (I)


Cuando era niño, mis compañeros jugaban un juego de pelota llamado “camotito”. El juego consistía en lo siguiente:
Un grupo de personas, supongamos 5 personas. Una pelota de futbol (o de vóley, o de tenis o algo que se pueda patear con los pies). Todos los jugadores se pasan la pelota entre sí. Estos deben estar en círculo. Todos menos uno. Ese uno debe estar en el centro y ser el “camotito”. El juego consiste en que el “camotito” o el “camote” tiene que interceptar el balón a alguno de los jugadores que se encuentran en el círculo. Una vez hecho esto, el último jugador que tocó el balón pasa a ser el nuevo “camote”.
Siempre odié este juego. Siempre que lo jugaba o me obligaban a jugarlo yo renegaba y lo hacía de mala gana, pero terminaba jugando por presión grupal.
Yo no disfrutaba el juego para nada. Yo era el “camotito”, pero mis compañeros más hábiles con el balón se la pasaban de lo mejor. Haciendo mofas y alarde de su dominio del balón me ridiculizaban y hacían sentir inferior al resto. Pero en una ocasión, no recuerdo donde, ni recuerdo cuando, por alguna extraña razón del destino, o por una ira descontrolada de mi parte que no podía seguir soportando más la situación, logré hacerme de la pelota.
Cuando tuve la pelota en mis pies no  lo podía creer. Los demás tampoco lo podían creer. No podían creer que el eterno “camotito” haya logrado obtener el balón (a pesar de sus trampas y sus excusas). Pero lo siguiente fue más interesante. Apenas fui consciente que yo tenía el poder, patee la pelota lo más lejos que pude. Creo que la pelota llego a parar al techo del colegio. No estoy muy seguro de lo que pasó, pero si recuerdo que apenas tuve acceso al poder, me aseguré que en la medida de mis posibilidades esa situación de vergüenza y opresión no se repitiera. Utilicé el poder que genuinamente había alcanzado, para deshacerme de ese poder y que nadie más tuviera acceso a este.

Algo parecido a esto es lo que hizo el Maestro Jesús de Nazareth con los religiosos de su tiempo. Ellos tenían acceso al poder, y lo utilizaban para oprimir a la población. En la escala social de la época todos los judíos eran inferiores a cualquier ciudadano romano. Los ciudadanos romanos tenían derechos, tal como los tenemos nosotros y nosotras, tenemos derechos y deberes. Pero los judíos de la época de Jesús no gozaban de los derechos de ser ciudadanos. Quienes impartían la justicia y estaban en el poder, eran los romanos, y ellos decidían que hacían con los judíos. Por eso se tenían constantes revueltas en la zona de palestina. Las revueltas judías eran en busca de la libertad, independiencia, etc. Recordemos que por ley, si un soldado romano tomaba a cualquier transeúnte judío y le pedía que le cargase la armadura por una milla, este judío estaba obligado a obedecer. A esto hace referencia Jesús cuando dice que no llevemos solo una milla, sino la llevemos por 2.
Algunos judíos compraban privilegios, una especie de ciudadanía de segunda categoría. Estos tenían ciertos derechos y eran tratados mejor por los romanos. Pero sus compatriotas judíos les detestaban, pues sentían que habían traicionado a la patria y se habían vendido al imperio.
Jesús, siendo tratado como maestro o Rabí, gozaba de la aceptación popular. Tal es así que en más de una ocasión, los fariseos y demás personajes contrarios a Jesús (los religiosos de la época) buscaban avergonzarlo en público, pero no podían porque le temían a las multitudes que amaban a Jesús. Pero odiaban a Jesús, pues les decía en su cara sus errores. Les enfrentaba con sus propias contradicciones. Las palabras de Jesús eran muy duras para con estos señores. Sin embargo, al igual que ellos, Jesús estaba ejerciendo autoridad y poder. Pero el Maestro Jesús ejerció la autoridad de manera diferente. No se hizo llamar rey, ni jefe, ni patrón, ni nada similar a eso. Sino que les enseño a sus discípulos a ser diferentes al resto de organizaciones.

La enseñanza del Maestro Jesús fue: “mas ustedes no serán como ellos, sino que el que quiera ser el mayor, será el servidor de todos…” y así fue como puso punto final al tema del poder y las relaciones de poder entre sus discípulos, en donde la persona considerada con más honra, el más honorable, el más respetable, es aquel que sirve a los demás. Es precisamente lo opuesto del sistema religioso de la época, y podría ser exactamente lo más opuesto al sistema religioso de nuestra época.
Sin ánimo a compararme con el Maestro, Jesús hizo con el poder lo mismo que yo hice con la pelota de mis amigos en el juego de “camotito”, el oprimido se hizo del poder y destruyó la fuente del poder, que viene a ser el poder mismo (porque el poder real es invisible y abstracto). Jesús destruyó el poder y lo remplazó por el SERVICIO.
Anubis