martes, 31 de julio de 2012

Evangélicos y Política

Breve perspectiva de la política, los evangélicos y el Te Deum evangélico.


Por: Marcos Arroyo Bahamonde
Pastor y teólogo - Miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (Perú)

Después de la lectura de la nota periodística de El Comercio, he querido discurrir algunas ideas desde mi posición como evangélico interesado en la política que se ejerce desde la fe cristiana en el Perú.

Lo primero que hay que señalar es que el movimiento evangélico es totalmente distinto como organización al catolicismo romano. El Catolicismo, en medio de su diversidad, se rige tanto religiosa como políticamente bajo una única autoridad en la figura del Papa desde el Vaticano. El movimiento evangélico es variado, colorido y distinto tanto en lo doctrinal como en las formas de ser evangélico. Sus variados rasgos para identificarse como evangélicos van desde sus acercamientos doctrinales como a sus formas de gobierno que en los últimos años se ha caracterizado por el caudillismo al estilo papal en muchas de sus organizaciones eclesiásticas. Su representatividad no es única tampoco, pues precisamente por esas diferencias mencionadas líneas arriba, se han creado otras organizaciones además del primer movimiento que reúne a las diversas instituciones evangélicas en el Perú como el CONEP. Los evangélicos en el Perú se organizan a través de formas distintas de verse como tales. Pueden ser organizaciones fundamentalistas que promueven la cristianización del país. Otras organizaciones se reúnen alrededor de una o más figuras debido a su carisma o cierta habilidad política de congregar gentes como un reflejo de sus comunidades eclesiásticas. También los hay las organizaciones cuyo interés es una representatividad social y política del pueblo evangélico frente al Estado. 

En el Perú de hoy, no existe una única organización que pueda arrogarse la representatividad de todo el pueblo evangélico.

En segundo lugar, sobre el tema del TeDeum evangélico hay dos posiciones contrarias sobre su realización. Hay un sector evangélico que apoya esta iniciativa que tuvo sus inicios en el segundo gobierno de Alan García Pérez y que de alguna manera abrogan por crear espacios para los evangélicos muy similar a los derechos que tienen los sectores católicos, aunque éstos estén en contradicción a los principios y valores promovidos desde el protestantismo que tuvo sus inicios en Europa del S. XVI. Por otro lado, existe otro importante grupo de personas, que apoyándose fundamentalmente en el principio de laicidad, rechazan esta propuesta por verla precisamente como una manera que contradice el orden de un Estado-Nación laico. ¿Está dividido el pueblo evangélico? La respuesta es no. Se trata de diferentes acercamientos al hecho y al ejercicio político basados en sus distintos pensamientos sobre la fe, el evangelio y la política. 

Desde una perspectiva política igualitaria, El TeDeum no representa a la pluralidad de opciones religiosas que existen en el país, sino que distingue a unas y discrimina a otras. Seguir ese pensamiento es contradictorio desde la fe evangélica. 

En tercer lugar, es necesario mencionar una forma equivocada de analizar algún fenómeno social, o político y religioso que muchas veces degenera el hecho mismo y su naturaleza, esto es la generalización, que sin duda, es una manera de interpretar los acontecimientos de la vida diaria que caracteriza a muchos. Es tan equivocado decir que todos los pastores abusan de su posición para cometer actos de inmoralidad, como afirmar que la ausencia del Presidente Ollanta Humala es un desaire para el pueblo evangélico. Y en ese mismo contexto, yerra también el diario El Comercio al insinuar de manera indirecta que el reclamo es general. Creo que, sin agredir a nadie por su postura y siendo más honestos, el titular de la nota debió haber mencionado, “algunos evangélicos califican de desaire”. Es necesario precisar asimismo la intencionalidad de la nota, pues es evidente que ella gira alrededor de la opinión de una sola persona.

Finalmente, creo que analizar la ausencia del presidente Humala como un desaire al pueblo evangélico, no sólo es equivocado, sino que invita a una pobre e ilusa lectura de la política desde la fe evangélica en el Perú. La inclusividad, por ejemplo, no está en discusión en la presencia o no del presidente Humala, sino en la capacidad que tiene el pueblo evangélico para dialogar y negociar en términos que exige la política en nuestro país y en América Latina. 

Todavía está pendiente una mejor performance de la política ejercida desde los sectores evangélicos en el Perú, por un lado, pero además abre las oportunidades a personas y grupos con mejores argumentos y una formación para este fin.

martes, 17 de julio de 2012

Campaña Nacional por el Diálogo


Los Evangélicos en el camino hacia una Evangelización Dialógica

14 Después de que encarcelaron a Juan, Jesús fue a Galilea
y comenzó a anunciar la buena noticia de parte de Dios. 
15 Él decía: «Ha llegado el momento, el reino de Dios ya está cerca.
Cambien su manera de pensar y de vivir, crean en la buena noticia».
Marcos 1:14-15 PDT Palabra de Dios para Todos

¿Cómo podría la Juventud Evangélica aportar a la iniciativa de sociedad civil conocida como la “Campaña Nacional por el Diálogo”? En estos momentos de conflicto social y acumulación de la violencia que experimentamos en nuestro país, observamos que ésta se produce no sólo por razones económicas, sino también como reflejo de diversas expresiones de desencuentro social y cultural; necesidades de reconocimiento que tienen antecedentes de injusta postergación a lo largo de nuestra historia.

Ante esta situación, la Iglesia Evangélica, una institución religiosa que representa en la actualidad a más del 13,7% de la población peruana[1], con más de ciento veinte años de presencia en el país[2], ha tenido un aporte significativo en el proceso de construcción de la identidad nacional. Sin embargo, su mensaje ha sido asociado, generalmente, con una invitación a alejarse de las cuestiones “de este mundo” y limitarse al cumplimiento de su vida eclesiástica y espiritual al interior de sus congregaciones locales.

La mayoría de las iglesias evangélicas parecen entender el Evangelio limitando su mensaje al anuncio verbal (la mayoría de las veces masivo) dirigido al individuo aislado, con un sentido de solución “en el otro mundo” respecto de los problemas que el ser humano sufre en este mundo. En ocasiones los evangélicos hemos hecho una selección de pasajes “evangelísticos” escogidos selectivamente de las Escrituras y hemos entendido que evangelizar es repetir o dar a conocer reiteradamente el contenido de estos textos bíblicos.  Muchas personas que son “evangelizadas” de esta manera, sienten que esta es una forma de proselitismo, manipulación o lavado cerebral[3]. Muchos dirían que son los criterios del mercado y del marketing religioso los que movilizan un tipo de evangelización como esta.  

Más grave aún, la “evangelización” puede terminar convirtiéndose en una forma de violencia en la medida que para lograr la adhesión del nuevo converso muchas iglesias acostumbran desacreditar el testimonio y la credibilidad de otras iglesias cristianas, o se enarbola una profunda crítica a los estilos de vida de las personas “mundanas” las cuales no coinciden con las expectativas morales de la iglesia en mención.

Siendo ese nuestro contexto, nos preocupa profundamente que como evangélicos estemos contribuyendo a la expansión de la violencia simbólica, la discriminación y la intolerancia en la sociedad peruana, creyendo estar haciendo un bien espiritual a las personas.  Cuando la realidad social o cultural, incluso, es demonizada y se añade toda una teología que nos habla de lugares, costumbres o personas a las que se les califican como “poseídas” o simplemente “endemoniadas”, las fronteras de la violencia simbólica, específicamente religiosa, se vuelven aún más graves.[4]

Por todo ello queremos sumarnos al esfuerzo de promoción del diálogo como vehículo principal para resolver o manejar nuestras diferencias, desde la perspectiva de la fe evangélica y de sus manifestaciones concretas en nuestro país. Queremos promover la reflexión en nuestras autoridades eclesiásticas sobre la importancia de priorizar la búsqueda del consenso, el entendimiento mutuo y la primacía del diálogo sobre toda forma de imposición y autoritarismo en nuestras relaciones humanas.

Dado que para todos los cristianos evangélicos, la evangelización es un elemento fundamental de nuestro sentido de misión, del para qué nos constituimos como iglesia y del cómo percibimos la vida en nuestras relaciones cotidianas, se hace necesario profundizar y ampliar el significado de la evangelización como buenas noticias de parte de Dios a la humanidad. Necesitamos repensar nuestras relaciones con aquellas personas que no son de nuestra congregación o de nuestra iglesia local, de tal modo que no hagamos un tratamiento discriminatorio exacerbando las diferencias entre personas creyentes y no-creyentes, aludiendo que toda la fe, la razón y la moralidad se encuentran del lado de los creyentes y toda la maldad, ignorancia y falta de espiritualidad están de lado de los que llamamos “no-creyentes”. El respeto por la dignidad humana de todas las personas exige de parte de quienes nos llamamos “discípulos de Jesucristo”, un trato a la altura de la persona a quién decimos servir.

Como lo dice el psicólogo evangélico Jorge León: “La evangelización debe partir del presupuesto básico que en el peor de los hombres está la imagen de Dios. Jesús sabía que en el peor de los hombres estaba la Imago Dei (imagen de Dios) y por causa del pecado, esa Imagen de Dios clama por completamiento. Luego lo que necesita todo ser humano es descubrirse como hombre y como humano perfectible a la luz de Jesucristo.”[5] No hay aquí ni un falso triunfalismo evangélico ni una visión colonialista de la espiritualidad de las personas, sólo una actitud abierta en el deseo de compartir la fe y caminar juntos con otros/as que encuentran en la figura de Jesús un referente de vida para una relación con Dios, personal y comunitaria.

Mirar la evangelización como encuentro, como diálogo, nos abre oportunidades nuevas de construir la fe sobre bases más sólidas. Significa desterrar el enfoque de “arriba hacia abajo” con el que se ha justificado mucho sentimiento de superioridad y el carácter artificial y estereotipado de los “discursos evangelizadores”. En palabras del pastor Brian McLaren, líder del movimiento de las iglesias emergentes en los Estados Unidos: “En la calle, este término (“evangelización”) significa presión. Significa vender a Dios como si Dios fuera un artículo para el hogar, un material para la construcción o un seguro de automóvil. Significa meter tus ideas en la cabeza de otro, amenazándolo con el infierno si no se entrega a tu lógica o a tus citas bíblicas. Significa excluir de la gracia de Dios a todos excepto a aquellos que están de acuerdo con el evangelista.”[6]

Es así que estamos hablando de la alternativa de promover una “evangelización dialógica” por medio de la cual se construyen relaciones saludables sobre la base de una actitud respetuosa hacia las personas que no son cristianas. Al mismo tiempo la evangelización no se centra solamente en elementos estrictamente religiosos, sino que se construyen relaciones de apertura e interés genuino a las necesidades y la problemática de nuestro interlocutor.  En este proceso, ambas partes interactúan, se reconocen, aprenden el uno del otro y se comparte la fe cristiana en un clima libre de presiones y menos artificial. Otra vez, citando a McLaren, creemos que “la buena evangelización es el proceso de ser amigables sin discriminar y ejercer una influencia sobre todos nuestros amigos para una vida mejor, mediante buenas obras y buenas conversaciones”.[7]

Sirva, entonces, este primer paso para promover la reflexión y la práctica de una evangelización dialógica en nuestras vidas personales y en nuestros modelos congregacionales. Abramos las puertas de la acogida al otro/a no sólo por intereses religiosos sino en la convicción de que la preocupación genuina por mi prójimo es un vehículo que Dios ha provisto para la construcción de la paz en nuestras comunidades.

Y propongamos el diálogo como evidencia de nuestra humanidad, nuestra capacidad de simbolizar, de expresarnos e interactuar. El diálogo es una muestra de la gracia de un Dios que se revela a la humanidad, y que al mismo tiempo, otorga a los seres humanos dicha capacidad para levantarnos más allá de nuestros instintos, nuestro egoísmo y construirnos como personas a la imagen y semejanza de nuestro Creador. 

Por: Oscar Amat y León


[1] Fuente: Amanecer Perú: Manual Estadístico: Investigación Socio-Religiosa, Lima, Amanecer Perú, 2003.
[2] Ver: KESSLER, Juan. Historia de la Evangelización en el Perú, Lima, Ediciones Puma, 1993, AMAT Y LEON, Oscar. Presencia Evangélica en la Sociedad Peruana, Lima, IMT, 2006 y  FONSECA, Juan. Misioneros y Civilizadores: Protestantismo y modernización en el Perú 1915-1930, Lima, PUCP, 2002 .
[3] Desde el propio sector evangélico existen libros como el de John White (y otros), que problematizan lo que se entiende por “evangelización” de manera tradicional. Ver: ¿Evangelización o Lavado Cerebral?, Buenos Aires, Certeza, 1972.y el artículo de CASTRO, Emilio. “La Conversión”. Revista Misión 1985, Número 12, Vol 4, Nº 1.
[4] Ver por ejemplo el Manual de Guerra Espiritual de Ed Murphy. Editorial Betania, 1994.
[5] LEÓN, Jorge. Hacia Una Evangelización Restauradora, Buenos Aires, SAGEPE, 2008
[6] MCLAREN, Brian. Más Preparado de lo que Piensas. La evangelización como danza en tiempos posmodernos. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2006.
[7]  MCLAREN. Op. Cit.