martes, 11 de septiembre de 2012

El juego del poder (I)


Cuando era niño, mis compañeros jugaban un juego de pelota llamado “camotito”. El juego consistía en lo siguiente:
Un grupo de personas, supongamos 5 personas. Una pelota de futbol (o de vóley, o de tenis o algo que se pueda patear con los pies). Todos los jugadores se pasan la pelota entre sí. Estos deben estar en círculo. Todos menos uno. Ese uno debe estar en el centro y ser el “camotito”. El juego consiste en que el “camotito” o el “camote” tiene que interceptar el balón a alguno de los jugadores que se encuentran en el círculo. Una vez hecho esto, el último jugador que tocó el balón pasa a ser el nuevo “camote”.
Siempre odié este juego. Siempre que lo jugaba o me obligaban a jugarlo yo renegaba y lo hacía de mala gana, pero terminaba jugando por presión grupal.
Yo no disfrutaba el juego para nada. Yo era el “camotito”, pero mis compañeros más hábiles con el balón se la pasaban de lo mejor. Haciendo mofas y alarde de su dominio del balón me ridiculizaban y hacían sentir inferior al resto. Pero en una ocasión, no recuerdo donde, ni recuerdo cuando, por alguna extraña razón del destino, o por una ira descontrolada de mi parte que no podía seguir soportando más la situación, logré hacerme de la pelota.
Cuando tuve la pelota en mis pies no  lo podía creer. Los demás tampoco lo podían creer. No podían creer que el eterno “camotito” haya logrado obtener el balón (a pesar de sus trampas y sus excusas). Pero lo siguiente fue más interesante. Apenas fui consciente que yo tenía el poder, patee la pelota lo más lejos que pude. Creo que la pelota llego a parar al techo del colegio. No estoy muy seguro de lo que pasó, pero si recuerdo que apenas tuve acceso al poder, me aseguré que en la medida de mis posibilidades esa situación de vergüenza y opresión no se repitiera. Utilicé el poder que genuinamente había alcanzado, para deshacerme de ese poder y que nadie más tuviera acceso a este.

Algo parecido a esto es lo que hizo el Maestro Jesús de Nazareth con los religiosos de su tiempo. Ellos tenían acceso al poder, y lo utilizaban para oprimir a la población. En la escala social de la época todos los judíos eran inferiores a cualquier ciudadano romano. Los ciudadanos romanos tenían derechos, tal como los tenemos nosotros y nosotras, tenemos derechos y deberes. Pero los judíos de la época de Jesús no gozaban de los derechos de ser ciudadanos. Quienes impartían la justicia y estaban en el poder, eran los romanos, y ellos decidían que hacían con los judíos. Por eso se tenían constantes revueltas en la zona de palestina. Las revueltas judías eran en busca de la libertad, independiencia, etc. Recordemos que por ley, si un soldado romano tomaba a cualquier transeúnte judío y le pedía que le cargase la armadura por una milla, este judío estaba obligado a obedecer. A esto hace referencia Jesús cuando dice que no llevemos solo una milla, sino la llevemos por 2.
Algunos judíos compraban privilegios, una especie de ciudadanía de segunda categoría. Estos tenían ciertos derechos y eran tratados mejor por los romanos. Pero sus compatriotas judíos les detestaban, pues sentían que habían traicionado a la patria y se habían vendido al imperio.
Jesús, siendo tratado como maestro o Rabí, gozaba de la aceptación popular. Tal es así que en más de una ocasión, los fariseos y demás personajes contrarios a Jesús (los religiosos de la época) buscaban avergonzarlo en público, pero no podían porque le temían a las multitudes que amaban a Jesús. Pero odiaban a Jesús, pues les decía en su cara sus errores. Les enfrentaba con sus propias contradicciones. Las palabras de Jesús eran muy duras para con estos señores. Sin embargo, al igual que ellos, Jesús estaba ejerciendo autoridad y poder. Pero el Maestro Jesús ejerció la autoridad de manera diferente. No se hizo llamar rey, ni jefe, ni patrón, ni nada similar a eso. Sino que les enseño a sus discípulos a ser diferentes al resto de organizaciones.

La enseñanza del Maestro Jesús fue: “mas ustedes no serán como ellos, sino que el que quiera ser el mayor, será el servidor de todos…” y así fue como puso punto final al tema del poder y las relaciones de poder entre sus discípulos, en donde la persona considerada con más honra, el más honorable, el más respetable, es aquel que sirve a los demás. Es precisamente lo opuesto del sistema religioso de la época, y podría ser exactamente lo más opuesto al sistema religioso de nuestra época.
Sin ánimo a compararme con el Maestro, Jesús hizo con el poder lo mismo que yo hice con la pelota de mis amigos en el juego de “camotito”, el oprimido se hizo del poder y destruyó la fuente del poder, que viene a ser el poder mismo (porque el poder real es invisible y abstracto). Jesús destruyó el poder y lo remplazó por el SERVICIO.
Anubis

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