martes, 30 de agosto de 2011

Los evangélicos y la crisis política del "Te-Deum"

Lo que comenzó siendo una reunión que un grupo de líderes evangélicos organizó para invitar al ex-presidente Alan García a un servicio dominical evangélico, llegó a convertirse en un espacio oficial del programa de actividades de celebración de Fiestas Patrias, según el Decreto Supremo 079-2010-PCM.

¿Cómo llegó a producirse esta mutación? ¿Qué factores políticos y religiosos influenciaron para que el ex presidente Alan García llegara a oficializar los cultos de Fiestas Patrias que empezaron a celebrarse en las instalaciones de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera de la Av. Brasil en Pueblo Libre?

Sabemos que las relaciones entre Palacio de Gobierno y un sector evangélico liderado por el pastor Miguel Bardales siempre fueron fluidas. Más allá de las simpatías políticas que todo ciudadano tiene derecho a tener y más allá del hecho que la ex congresista Mercedes Cabanillas, líder histórica del Partido Aprista Peruano asista a la iglesia del pastor Bardales en La Molina; lo que es cierto es que, a nivel de la política peruana, está instalada la idea que los evangélicos somos una especie de lavandería política donde se pueden limpiar y hasta blanquear las conductas y los comportamientos de nuestros líderes políticos de turno, y más aún, existe la percepción que un líder político cuestionado públicamente en los aspectos éticos y de corrupción puede encontrar una cierta legitimidad apelando a vincularse a la imagen pública de la honestidad y moralidad de los evangélicos.

Mecanismos como este que involucran un nuevo rol para los evangélicos en el mundo político peruano, estamos seguros que estuvieron a la base del famoso Decreto Supremo que trajo como consecuencia el empoderamiento político de Miguel Bardales y de aquellos que le acompañan en el “Ministerio de Acción de Gracias”, una organización creada para auto-legitimarse como organizadora de los servicios presidenciales de Fiestas Patrias, también conocidos ahora como “te-deum”. Y es que a cualquier persona que conoce un poco del mundo evangélico le debería parecer completamente extraño que una actividad litúrgica que se incluye en el agenda de estado con motivo de celebración de Fiestas Patrias, fuese organizado o por una persona o por un “ministerio evangélico” auto designado, en lugar de ser presidido por el ente que representa a los evangélicos en el Perú, el Concilio Nacional Evangélico. Es por ello que se creó este “Ministerio de Acción de Gracias” para darle cierto tipo de legitimidad a una actividad que empezó por iniciativa personal de un grupo reducido de personas que distan mucho de representar a los evangélicos en el Perú.

De allí que los puntos de encuentro del binomio “García-Bardales” coincidan en la instrumentalización de la fe evangélica con fines políticos: sea por la necesidad de protagonismo y empoderamiento de uno, o con fines de mejoramiento de una imagen deteriorada en la ética pública en el caso del otro.

Hasta ahí la historia en el régimen anterior. Lo que termina de desconcertar al sentido común de las personas que hemos seguido este proceso es entender cómo en el nuevo gobierno del presidente Ollanta Humala nos encontramos con la noticia y el comentario especulativo sobre la existencia de maniobras políticas vinculadas al entorno de Palacio de Gobierno que impidieron que el CONEP asumiera la conducción del servicio religioso antes mencionado, volviendo éste a caer en manos del Ministerio de Acción de Gracias.

Esto parece una novela de terror. El CONEP incluso durante la época electoral fue acusado de haber mostrado cierta parcialidad y preferencia por el hoy presidente de la República, en desmedro de otros sectores evangélicos que veían en la alternativa fujimorista una opción política más afín a sus intereses. Lo más natural resultaba entonces, es que si las comunicaciones de parte del CONEP y su Junta Directiva eran fluidas -en términos de relaciones institucionales- con la Secretaría de Palacio de Gobierno, el cambio en la conducción del culto de acción de gracias de Bardales por el CONEP fuese algo normal y natural. Es más, muchos nos preguntábamos ¿qué va a hacer Miguel Bardales y su organización frente a esta posible pérdida de protagonismo? La sorpresa que nos dejó desconcertados es que faltando unos pocos días para el 30 de julio, se supo que el CONEP mediante pronunciamiento público reconocía su alejamiento de toda posibilidad de organizar el famoso evento. ¿Por qué? ¿Qué factores impidieron que la institucionalidad evangélica pueda recuperarse en alguna medida en el país? Y sobre todo ¿cuál es el futuro de la imagen pública de los evangélicos y de su órgano representativo, el CONEP, en el marco del inicio de este nuevo gobierno? Como primera señal de las relaciones entre los evangélicos y la gestión del Presidente Humala nos deja en un estado de alerta. Tal parece que la impunidad, el compadrazgo y las relaciones políticas debajo de la mesa tienen todavía más peso en nuestro país (aún en el mundo evangélico) que la legitimidad, el respeto a la organización y al ordenamiento religioso que a los evangélicos tanto nos ha costado construir por más de 50 años.

Y para no dejar la historia inconclusa el último acto fue que al final el presidente Humala nunca apareció en el culto de Acción de Gracias organizado en la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera de la Av. Brasil y que según los documentos oficiales publicados con anticipación, el presidente no incluyó el mencionado culto dentro de las actividades oficiales de celebración de Fiestas Patrias sino que programó una reunión de su gabinete en el mismo horario y que como consecuencia de esto, el culto no fue televisado como en otros años. ¿Cómo interpretar este gesto del presidente Humala? Los detractores de siempre empiezan a hablar de un desaire del ambiente presidencial hacia los evangélicos. En mi opinión creo que el entorno presidencial empieza a darse cuenta que la imagen de impecabilidad evangélica es un mito; que las organizaciones de la sociedad civil, incluidas las eclesiásticas, tienen agendas concretas, operadores políticos y una moral de logro de resultados que dista mucho de parecerse a la imagen bienhechora y bonachona que algunos líderes políticos tienen de los evangélicos.

Termino con una pregunta sumamente importante: ¿Seremos capaces los propios evangélicos, especialmente los líderes que representan la institucionalidad evangélica de darse cuenta de esta realidad? ¿Seremos capaces de poder defender nuestros propios intereses de manera adecuada en la esfera pública o acaso el prurito de ser evangélicos nos limita para ejercer nuestra ciudadanía, la defensa de nuestros derechos y el uso adecuado de la negociación para obtener el posicionamiento que la Iglesia Evangélica como institución se merece en el Perú; un país que esperamos que un día pueda ser reconocido no sólo como país intercultural y de todas las sangres, sino también como un país diverso y multireligioso.



lunes, 15 de agosto de 2011

¿Ese también es mi prójimo?

Fragmento de Lucas 10.30-37 versión David Romero Habla Hoy

El Maestro sabiendo que no le habían entendido nada más allá de lo que querían oír (osea, ni michi), se puso de pie y dijo:

Cierto día, un hombre se dispuso para ir de Huancayo a Lima. En el camino le asaltaron unos ladrones que, después de golpearlo, le robaron todo lo que llevaba y lo dejaron medio muerto cerca de “La Victoria”.

De casualidad, por el mismo camino pasaba un ministro de alabanza muy reconocido. Estaba llegando un poco tarde al culto de alabanza, donde él tenía un papel preponderante. Al ver a aquel hombre, el ministro se hizo a un lado y siguió su camino, porque “el señor le estaba esperando en el templo”. Luego pasó por ese lugar un pastor, que era el principal en su denominación, representante de muchos colectivos de pastores; cuando aquel otro vio al hombre, se hizo a un lado porque era un lugar muy peligroso, quizá podría correr con la misma suerte de aquel hombre, y él era muy valioso como para privar a la iglesia evangélica de su santa presencia, y siguió su camino.

Pero también pasó por ahí un travesti, que trabajaba por la zona. Al ver a aquel hombre tirado en la vereda, sintió compasión por él. Se acercó, sanó sus heridas, y le puso vendas. Lo subió a un taxi y lo llevó a un pequeño hostal y ahí lo cuidó.

Al día siguiente el travesti le dio dinero al gerente del hostal y le dijo: “Cuídame bien a este hombre. Si el dinero que le dejo no alcanza para todos los gastos, yo le pagaré lo que falte a mi regreso.”

El Maestro terminó el relato y preguntó a los pastores:

A ver… De las tres personas que pasaron por el camino ¿Cuál fue el prójimo del que maltrataron los choros?

El que se preocupó por él y lo cuidó – se atrevió a responder un pastor– y el Maestro le contestó:

ANDA Y HAZ TÚ LO MISMO.

El que tiene oídos, que oiga.