Por: Marcos Arroyo Bahamonde
Pastor y teólogo - Miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (Perú)
Después de la lectura de la nota periodística de El Comercio, he querido discurrir algunas ideas desde mi posición como evangélico interesado en la política que se ejerce desde la fe cristiana en el Perú.
Lo primero que hay que señalar es que el movimiento evangélico es totalmente distinto como organización al catolicismo romano. El Catolicismo, en medio de su diversidad, se rige tanto religiosa como políticamente bajo una única autoridad en la figura del Papa desde el Vaticano. El movimiento evangélico es variado, colorido y distinto tanto en lo doctrinal como en las formas de ser evangélico. Sus variados rasgos para identificarse como evangélicos van desde sus acercamientos doctrinales como a sus formas de gobierno que en los últimos años se ha caracterizado por el caudillismo al estilo papal en muchas de sus organizaciones eclesiásticas. Su representatividad no es única tampoco, pues precisamente por esas diferencias mencionadas líneas arriba, se han creado otras organizaciones además del primer movimiento que reúne a las diversas instituciones evangélicas en el Perú como el CONEP. Los evangélicos en el Perú se organizan a través de formas distintas de verse como tales. Pueden ser organizaciones fundamentalistas que promueven la cristianización del país. Otras organizaciones se reúnen alrededor de una o más figuras debido a su carisma o cierta habilidad política de congregar gentes como un reflejo de sus comunidades eclesiásticas. También los hay las organizaciones cuyo interés es una representatividad social y política del pueblo evangélico frente al Estado.
En el Perú de hoy, no existe una única organización que pueda arrogarse la representatividad de todo el pueblo evangélico.
En segundo lugar, sobre el tema del TeDeum evangélico hay dos posiciones contrarias sobre su realización. Hay un sector evangélico que apoya esta iniciativa que tuvo sus inicios en el segundo gobierno de Alan García Pérez y que de alguna manera abrogan por crear espacios para los evangélicos muy similar a los derechos que tienen los sectores católicos, aunque éstos estén en contradicción a los principios y valores promovidos desde el protestantismo que tuvo sus inicios en Europa del S. XVI. Por otro lado, existe otro importante grupo de personas, que apoyándose fundamentalmente en el principio de laicidad, rechazan esta propuesta por verla precisamente como una manera que contradice el orden de un Estado-Nación laico. ¿Está dividido el pueblo evangélico? La respuesta es no. Se trata de diferentes acercamientos al hecho y al ejercicio político basados en sus distintos pensamientos sobre la fe, el evangelio y la política.
Desde una perspectiva política igualitaria, El TeDeum no representa a la pluralidad de opciones religiosas que existen en el país, sino que distingue a unas y discrimina a otras. Seguir ese pensamiento es contradictorio desde la fe evangélica.
En tercer lugar, es necesario mencionar una forma equivocada de analizar algún fenómeno social, o político y religioso que muchas veces degenera el hecho mismo y su naturaleza, esto es la generalización, que sin duda, es una manera de interpretar los acontecimientos de la vida diaria que caracteriza a muchos. Es tan equivocado decir que todos los pastores abusan de su posición para cometer actos de inmoralidad, como afirmar que la ausencia del Presidente Ollanta Humala es un desaire para el pueblo evangélico. Y en ese mismo contexto, yerra también el diario El Comercio al insinuar de manera indirecta que el reclamo es general. Creo que, sin agredir a nadie por su postura y siendo más honestos, el titular de la nota debió haber mencionado, “algunos evangélicos califican de desaire”. Es necesario precisar asimismo la intencionalidad de la nota, pues es evidente que ella gira alrededor de la opinión de una sola persona.
Finalmente, creo que analizar la ausencia del presidente Humala como un desaire al pueblo evangélico, no sólo es equivocado, sino que invita a una pobre e ilusa lectura de la política desde la fe evangélica en el Perú. La inclusividad, por ejemplo, no está en discusión en la presencia o no del presidente Humala, sino en la capacidad que tiene el pueblo evangélico para dialogar y negociar en términos que exige la política en nuestro país y en América Latina.
Todavía está pendiente una mejor performance de la política ejercida desde los sectores evangélicos en el Perú, por un lado, pero además abre las oportunidades a personas y grupos con mejores argumentos y una formación para este fin.
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