Los Evangélicos en el camino hacia una Evangelización
Dialógica
14 Después de que encarcelaron a Juan, Jesús fue a Galilea
y comenzó a
anunciar la buena noticia de parte de Dios.
15 Él decía: «Ha llegado el momento, el reino de Dios ya está
cerca.
Cambien su
manera de pensar y de vivir, crean en la buena noticia».
Marcos 1:14-15
PDT Palabra de Dios para Todos
¿Cómo podría la
Juventud Evangélica aportar a la iniciativa de sociedad civil conocida como la
“Campaña Nacional por el Diálogo”? En estos momentos de conflicto social y
acumulación de la violencia que experimentamos en nuestro país, observamos que
ésta se produce no sólo por razones económicas, sino también como reflejo de
diversas expresiones de desencuentro social y cultural; necesidades de
reconocimiento que tienen antecedentes de injusta postergación a lo largo de
nuestra historia.
Ante esta situación,
la Iglesia Evangélica, una institución religiosa que representa en la
actualidad a más del 13,7% de la población peruana[1], con más
de ciento veinte años de presencia en el país[2], ha
tenido un aporte significativo en el proceso de construcción de la identidad
nacional. Sin embargo, su mensaje ha sido asociado, generalmente, con una
invitación a alejarse de las cuestiones “de este mundo” y limitarse al
cumplimiento de su vida eclesiástica y espiritual al interior de sus
congregaciones locales.
La mayoría de las
iglesias evangélicas parecen entender el Evangelio limitando su mensaje al
anuncio verbal (la mayoría de las veces masivo) dirigido al individuo aislado,
con un sentido de solución “en el otro mundo” respecto de los problemas que el
ser humano sufre en este mundo. En ocasiones los evangélicos hemos hecho una selección
de pasajes “evangelísticos” escogidos selectivamente de las Escrituras y hemos
entendido que evangelizar es repetir o dar a conocer reiteradamente el
contenido de estos textos bíblicos.
Muchas personas que son “evangelizadas” de esta manera, sienten que esta
es una forma de proselitismo, manipulación o lavado cerebral[3]. Muchos
dirían que son los criterios del mercado y del marketing religioso los que
movilizan un tipo de evangelización como esta.
Más grave aún, la
“evangelización” puede terminar convirtiéndose en una forma de violencia en la
medida que para lograr la adhesión del nuevo converso muchas iglesias
acostumbran desacreditar el testimonio y la credibilidad de otras iglesias
cristianas, o se enarbola una profunda crítica a los estilos de vida de las
personas “mundanas” las cuales no coinciden con las expectativas morales de la
iglesia en mención.
Siendo ese nuestro
contexto, nos preocupa profundamente que como evangélicos estemos contribuyendo
a la expansión de la violencia simbólica, la discriminación y la intolerancia
en la sociedad peruana, creyendo estar haciendo un bien espiritual a las
personas. Cuando la realidad social o
cultural, incluso, es demonizada y se añade toda una teología que nos habla de
lugares, costumbres o personas a las que se les califican como “poseídas” o
simplemente “endemoniadas”, las fronteras de la violencia simbólica,
específicamente religiosa, se vuelven aún más graves.[4]
Por todo ello
queremos sumarnos al esfuerzo de promoción del diálogo como vehículo principal
para resolver o manejar nuestras diferencias, desde la perspectiva de la fe
evangélica y de sus manifestaciones concretas en nuestro país. Queremos
promover la reflexión en nuestras autoridades eclesiásticas sobre la
importancia de priorizar la búsqueda del consenso, el entendimiento mutuo y la
primacía del diálogo sobre toda forma de imposición y autoritarismo en nuestras
relaciones humanas.
Dado que para todos
los cristianos evangélicos, la evangelización es un elemento fundamental de
nuestro sentido de misión, del para qué nos constituimos como iglesia y del
cómo percibimos la vida en nuestras relaciones cotidianas, se hace necesario
profundizar y ampliar el significado de la evangelización como buenas noticias
de parte de Dios a la humanidad. Necesitamos repensar nuestras relaciones con
aquellas personas que no son de nuestra congregación o de nuestra iglesia local,
de tal modo que no hagamos un tratamiento discriminatorio exacerbando las
diferencias entre personas creyentes y no-creyentes, aludiendo que toda la fe,
la razón y la moralidad se encuentran del lado de los creyentes y toda la maldad,
ignorancia y falta de espiritualidad están de lado de los que llamamos
“no-creyentes”. El respeto por la dignidad humana de todas las personas exige
de parte de quienes nos llamamos “discípulos de Jesucristo”, un trato a la
altura de la persona a quién decimos servir.
Como lo dice el
psicólogo evangélico Jorge León: “La evangelización debe partir del presupuesto
básico que en el peor de los hombres está la imagen de Dios. Jesús sabía que en
el peor de los hombres estaba la Imago Dei (imagen de Dios) y por causa del
pecado, esa Imagen de Dios clama por completamiento. Luego lo que necesita todo
ser humano es descubrirse como hombre y como humano perfectible a la luz de
Jesucristo.”[5]
No hay aquí ni un falso triunfalismo evangélico ni una visión colonialista de
la espiritualidad de las personas, sólo una actitud abierta en el deseo de
compartir la fe y caminar juntos con otros/as que encuentran en la figura de
Jesús un referente de vida para una relación con Dios, personal y comunitaria.
Mirar la evangelización
como encuentro, como diálogo, nos abre oportunidades nuevas de construir la fe
sobre bases más sólidas. Significa desterrar el enfoque de “arriba hacia abajo”
con el que se ha justificado mucho sentimiento de superioridad y el carácter
artificial y estereotipado de los “discursos evangelizadores”. En palabras del
pastor Brian McLaren, líder del movimiento de las iglesias emergentes en los
Estados Unidos: “En la calle, este término (“evangelización”) significa
presión. Significa vender a Dios como si Dios fuera un artículo para el hogar,
un material para la construcción o un seguro de automóvil. Significa meter tus
ideas en la cabeza de otro, amenazándolo con el infierno si no se entrega a tu
lógica o a tus citas bíblicas. Significa excluir de la gracia de Dios a todos
excepto a aquellos que están de acuerdo con el evangelista.”[6]
Es así que estamos
hablando de la alternativa de promover una “evangelización dialógica” por medio
de la cual se construyen relaciones saludables sobre la base de una actitud
respetuosa hacia las personas que no son cristianas. Al mismo tiempo la
evangelización no se centra solamente en elementos estrictamente religiosos,
sino que se construyen relaciones de apertura e interés genuino a las
necesidades y la problemática de nuestro interlocutor. En este proceso, ambas partes interactúan, se
reconocen, aprenden el uno del otro y se comparte la fe cristiana en un clima
libre de presiones y menos artificial. Otra vez, citando a McLaren, creemos que
“la buena evangelización es el proceso de ser amigables sin discriminar y
ejercer una influencia sobre todos nuestros amigos para una vida mejor,
mediante buenas obras y buenas conversaciones”.[7]
Sirva, entonces,
este primer paso para promover la reflexión y la práctica de una evangelización
dialógica en nuestras vidas personales y en nuestros modelos congregacionales.
Abramos las puertas de la acogida al otro/a no sólo por intereses religiosos
sino en la convicción de que la preocupación genuina por mi prójimo es un
vehículo que Dios ha provisto para la construcción de la paz en nuestras
comunidades.
Y propongamos el
diálogo como evidencia de nuestra humanidad, nuestra capacidad de simbolizar,
de expresarnos e interactuar. El diálogo es una muestra de la gracia de un Dios
que se revela a la humanidad, y que al mismo tiempo, otorga a los seres humanos
dicha capacidad para levantarnos más allá de nuestros instintos, nuestro
egoísmo y construirnos como personas a la imagen y semejanza de nuestro Creador.
Por: Oscar Amat y León
[1] Fuente: Amanecer Perú: Manual Estadístico:
Investigación Socio-Religiosa, Lima, Amanecer Perú, 2003.
[2] Ver: KESSLER, Juan. Historia de la
Evangelización en el Perú, Lima, Ediciones Puma, 1993, AMAT Y LEON, Oscar. Presencia
Evangélica en la Sociedad Peruana, Lima, IMT, 2006 y FONSECA, Juan. Misioneros y Civilizadores:
Protestantismo y modernización en el Perú 1915-1930, Lima, PUCP, 2002 .
[3] Desde el propio sector evangélico
existen libros como el de John White (y otros), que problematizan lo que se
entiende por “evangelización” de manera tradicional. Ver: ¿Evangelización o
Lavado Cerebral?, Buenos Aires, Certeza, 1972.y el artículo de CASTRO, Emilio.
“La Conversión”. Revista Misión 1985, Número 12, Vol 4, Nº 1.
[4] Ver por ejemplo el Manual de Guerra
Espiritual de Ed Murphy. Editorial Betania, 1994.
[5] LEÓN,
Jorge. Hacia Una Evangelización Restauradora, Buenos Aires, SAGEPE, 2008
[6] MCLAREN,
Brian. Más Preparado de lo que Piensas. La evangelización como danza en tiempos
posmodernos. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2006.
[7] MCLAREN. Op. Cit.
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