Saludos! En estos días estoy leyendo varios documentos sobre el Discipulado Cristiano porque estoy asesorando una tesis de Teología de un conocido Seminario Bíblico en Lima. El punto es que me he encontrado con mucha literatura que privilegia el tema de manuales elaborados que pueden ser descargados para utilizarse por iglesias o usuarios directos.
Uno de los aspectos destacados de la tesis que estoy asesorando y que quiero destacar es la tipología de modelos de discipulado que su autor ha planteado a partir de los énfasis que las iglesias tienen en el tema del acompañamiento y crecimiento de las/los nuevas/os creyentes.
El primer tipo es el tipo de "discipulado doctrinal". Este estilo pone de relieve los temas de definiciones dogmáticas. Digamos así, las "verdades fundamentales de la vida cristiana". Es una especie de versión evangélica del catecismo católico y los temas que se tratan en las sesiones de discipulado -que en realidad más parecen clases de teología sistemática- traslucen la línea denominacional de quienes son los autores.
De hecho, esta es una versión útil y necesaria para las/los creyentes en algún momento de su vida. Pero como ya lo han demostrado varios autores en el tema, las personas no entran en relación con el Evangelio o con Jesucristo a partir de la cuestión doctrinal. Eso sumado al hecho que muchas veces la intención rápida de la denominación es que el/la nueva/o creyente se alinee rápidamente con los énfasis doctrinales que caracterizan (y muchas veces separan) a las iglesias. Aparentemente estos grupos piensan que la fe es una cuestión estática que se puede programar (cuanto antes mejor) en la mente de las/los nuevos/as discípulos/as.
El segundo modelo es el modelo de "discipulado espiritualizante". Este modelo reacciona al anterior que supuestamente prioriza las cuestiones racionales de la confesión de fe cristiana y entonces, en este caso lo que se busca es entrenar a las/los nuevos/as creyentes para mirar el mundo como si éste estuviera encantado. Se propone la existencia de un mundo dominado por fuerzas espirituales del bien y del mal en medio del cual el creyente juega un papel como parte de alguno de los equipos. Se trata entonces de transmitir una cosmovisión que va desarraigando a la persona de los asuntos de este mundo y le lleva a un estado de contemplación o quizás de alienación, donde éste ya no es capaz de distinguir la dimensión humana de los procesos eclesiales o la diferencia entre la influencia demoníaca y la propia responsabilidad en temas de ética individual o pública.
Cuando la fe se banaliza entonces, la presencia evangélica es la que sufre pagando el precio. Reducir el costo del seguimiento de Jesús o entremezclarlo con un conjunto de principios que buscan controlar la conducta de las/los creyentes bajo formas piramidales de supervisión, convierte al discipulado en un asunto comparable con las técnicas de negocios multinivel.
El tercer modelo es lo que yo llamaría un modelo de "discipulado encarnacional" o contextual. Aquí no priman los contenidos sino la capacidad de vincular la Biblia con la vida, la fe con la acción, el seguimiento al Señor con un proceso de profundización del compromiso cristiano con el mundo y con la propia humanización de las personas.
Este es el modelo más escaso de encontrar en el espacio evangélico. Es escaso porque plantea desafíos y exigencias que no todas las iglesias están dispuestas a asumir. Es escaso porque no se acomoda a los intereses de este sistema de cosas sino que plantea cambios específicos en nuestra manera de ser prójimos y prójimas con la gente. Es más fácil jugar a la religión con artificios deslumbrantes que amar de manera concreta a las personas hambrientas y sedientas de la justicia del Reino.
El modelo de discipulado encarnacional se traduce en servicio concreto, en testimonio profético y en humildad cristiana que reconoce al resto como personas con valor y dignidad, convirtiéndose -por amor a Cristo- en una comunidad servidora de todos/as. Eso vuelve a la iglesia una realidad concreta y una señal visible de la presencia del Reino de Dios en medio nuestro.
Este es el modelo más escaso de encontrar en el espacio evangélico. Es escaso porque plantea desafíos y exigencias que no todas las iglesias están dispuestas a asumir. Es escaso porque no se acomoda a los intereses de este sistema de cosas sino que plantea cambios específicos en nuestra manera de ser prójimos y prójimas con la gente. Es más fácil jugar a la religión con artificios deslumbrantes que amar de manera concreta a las personas hambrientas y sedientas de la justicia del Reino.
El modelo de discipulado encarnacional se traduce en servicio concreto, en testimonio profético y en humildad cristiana que reconoce al resto como personas con valor y dignidad, convirtiéndose -por amor a Cristo- en una comunidad servidora de todos/as. Eso vuelve a la iglesia una realidad concreta y una señal visible de la presencia del Reino de Dios en medio nuestro.
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