Existe un nivel más preocupante de la Educación Cristiana en la Iglesia Evangélica. Esta es la idea de la guardería de niños. Los chicos/as molestan y perturban el orden del culto o la intensidad de la adoración, por ellos deben ser llevados a un lugar donde estén bien cuidados, donde puedan ser atendidos por hermanos/as sacrificados de la iglesia que están con ellos/as durante el tiempo del servicio y que luego cumplen con la tarea de regresarlos a sus padres para que se vayan a casa.
Cuando pienso en la Escuela Dominical tan venida a menos en nuestras congregaciones! Dejó de ser un espacio educativo, cultivador y formativo porque se divorció de la realidad y de su contexto social. La pobre terminó siendo absorbida por la lógica de la empresa hacedora de creyentes o por la repetición vana de contenidos irrelevantes.
Hoy día quiero estructurar lo que observo en el trabajo con niños, niñas y adolescentes en las iglesias evangélicas, en tres grandes rubros, cada uno de ellos con sus características propias.
La Escuela Dominical:
Entre los principales problemas que tiene la Escuela Dominical moderna observo:
- El aprendizaje centrado en los contenidos: si la escuela pública tiene serios problemas en asimilar el reto de lograr que los/as estudiantes aprendan a procesar información para la construcción de un aprendizaje significativo, imaginen cómo será el caso de la Escuela Dominical. Ésta no se ha actualizado ni siquiera con el nivel de la Educación Pública. Mientras que nuestros hijos e hijas aprenden cada vez menos en la escuela con un cartel rígido de contenidos que hay que cumplir en desarrollar, nuestra Escuela Dominical y nuestra Pedagogía ni Filosofía Cristiana de la Educación -ninguna de las dos- ha enfrentado en serio los restos del constructivismo pedagógico en el aula de Escuela Dominical.
- La dependencia ideológica: hace rato que hemos dejado de ser productores de pensamiento cristiano desde los espacios locales del ministerio con niños/as y nos hemos convertido en ansiosos consumidores de los modelos contemporáneos de gestionar la propuesta educativa de la Escuela Dominical. La magia de Internet nos ha deslumbrado a tal punto que basta ingresar a la red por unos minutos para descargar la clase modelo del ministerio de moda a nivel global y eso simplemente lo copiamos o plagiamos en nuestras sesiones de clase.
- La falta de actualización docente: nuestros maestros o maestras todavía piensan que los contenidos son más importantes que el desarrollo de las capacidades, que el protagonista del aprendizaje en el aula es el maestro, la fuente de la sabiduría y que la manera más segura de certificar el aprendizaje es la repetición fiel de las verdades eternas. ¡Con razón nuestra educación cristiana es débil e irrelevante frente al desafío que viene de las familias a las que tratamos de servir!
- La memorización como estrategia docente: queremos alumnos críticos de su entorno, que resuelvan problemas, que no esperen tener indicaciones o reglas precisas para actuar en la vida, que sean innovadores, flexibles en su acercamiento cultural, inclusivos en su afirmación de la diversidad. ¿Y queremos llegar a esos altos ideales sólo con la memoria? Desde la memorización del texto bíblico como sinónimo de verificación del aprendizaje, hemos desnaturalizado la educación cristiana, convirtiéndola en un riesgo para la salud espiritual y el desarrollo intelectual de nuestros hijos/as.
Una Guardería de Niños:
No es sorprendente que el niño/a que llega a los 9 o 10 años empiece a desentenderse de la Iglesia Evangélica porque no existen programas pensados en serio en sus necesidades. Claro! los niños/as no diezman entonces la perspectiva adulto-céntrica de nuestras congregaciones es una ofensa a la sensibilidad y al respeto de la dignidad de este importante sector de la Iglesia del Señor.
Una Pastoral de la Niñez:
En medio de un panorama tan penoso, ¿es posible soñar con la realidad de una Pastoral de la Niñez que sea tomada en serio por el mundo de los adultos y que también se tome en serio ella misma como ministerio cristiano? Tengo esperanza que sí es posible. Pero esto no es mágico. Trabajar para una Pastoral de la Niñez pasa por ciertas condiciones concretas, algunas de las cuales paso a comentar:
- Más que Maestras/os: urge desarrollar la seriedad y profundidad; el profesionalismo y la vocación de un ministerio pastoral en el trabajo con niños. No es suficiente tomar a la hermana que sabe jugar con los niños ni al hermano que trabaja como docente en un colegio particular o público. De lo que se trata es de dignificar el ministerio docente cristiano recuperando su intrínseca urgencia pastoral. No se trata de cumplir con un programa en el aula; se trata de desarrollar pasión por el acompañamiento, la evangelización y el discipulado integral hacia niños, niñas y adolescentes.
- Un acercamiento integral: no es posible sólo convertirnos en profesionales del diseño de una sesión de aprendizaje. Como una buena maestra o maestro tengo que hacerme preguntas importantes antes de mover un dedo en la planificación: ¿quiénes son nuestros estudiantes? ¿dónde y con quiénes viven? ¿los chicos han tomado desayuno antes de llegar a clase? ¿que imágenes parentales tiene o tienen nuestros chicos/as? Sólo cuando hemos sido capaces de conocer a nuestros alumnos/as, entonces, contamos con la autoridad de proponer acciones de intervención docente.
- Un aprendizaje significativo: ¿cómo hacer la conexión trascendental entre el texto y la vida de nuestros estudiantes? ¿De que manera Abraham, Jesús, María, Moisés, Rut, Pablo son héroes de la fe para nuestros niños? No se trata sólo de un problema hermenéutico, aunque de hecho que algo de eso hay. Se trata de hacer una lectura popular del texto desde los ojos de la niñez. Y construir propuestas de acercamiento a la realidad de estos niños/as, de tal manera que se responda a sus necesidades de crecimiento como personas, a su maduración en el proceso de humanización como prójimos del otro/ la otra y a la profundización de su sentido de responsabilidad y sostenibilidad en el cuidado y uso de los dones de la Creación. De esta manera podremos ser una Iglesia que provee un ministerio de Educación Cristiana de calidad a una generación nueva, hambrienta de Dios y sedienta de justicia.
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