Vino a él un leproso que, de rodillas, le dijo:
—Si quieres, puedes limpiarme.
Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—Quiero, sé limpio.
Tan pronto terminó de hablar, la lepra desapareció del hombre, y quedó limpio.
Marcos 1:40-42
Vivir en Impureza
La lepra es conocida actualmente como Mal de Hansen y según los síntomas que presenta la enfermedad no es, en muchos casos, exactamente lo mismo de lo que se habla en la Biblia Hebrea. Según las leyes de pureza cualquier mancha, furúnculo o inflamación en la piel podía ser considerada motivo para declarar “impura” a una persona y marginarla del resto de la sociedad judía (Levítico 13-14).
Esta declaración de cual persona era digna de permanecer en la comunidad y quien no la era se dictaminaba de forma a veces arbitraria. Incluso la cicatriz de una quemadura podría ser señal de impureza.
En algunos casos la “lepra” desaparecía y el Sacerdote declaraba a la persona “pura” de nuevo, según el Código de Santidad ser puro tiene que ver con condiciones requeridas para seguir participando de la vida comunitaria (en todos sus roles) y acceder al templo para adorar al Dios de Israel. Ser puro implicaba ser aceptado/a en la sociedad.
Ser impuro según Lev 13:45-46 significaba la marginación total de la persona: “La persona que contraiga una infección se vestirá de harapos y no se peinará; con el rostro semicubierto irá gritando: "¡Impuro! ¡Impuro!" , y será impuro todo el tiempo que le dure la enfermedad. Es impuro, así que deberá vivir aislado y fuera del campamento.”
Es fácil imaginar el caso de un hombre judío al que el Sacerdote del Templo lo declarara impuro y cuyo único lugar en el que pueda vivir sea fuera del ámbito social, familiar y religioso de su pueblo. Este hombre debería romper lazos con todas las personas importantes de su vida, él ya no se les podría acercar a menos de 50 pasos y muchos menos soñar con tocarlas de nuevo. Una persona “impura” no debería ser tocada por ninguna persona considerada “pura” por el riesgo de contagio. La persona con lepra era rechazada de por vida y castigada por una condición que no deseó ni buscó.
A mí también me han declarado “impura”. Por ser Lesbiana a mí también los Sacerdotes del Templo, las autoridades eclesiásticas, los Pastores de iglesias Cristianas, los miembros de congregaciones evangélicas me han ordenado que me vista de harapos y que con el rostro semicubierto vaya gritando: ¡Soy Impura! ¡Impura!
Como en el caso de las personas con lepra, a las personas como yo, a las personas Lesbianas, Gays, Transexuales, Transgéneros se nos ha negado la posibilidad de vivir en comunidad. Una comunidad de relaciones, una comunidad de vivir en igualdad.
Así como la decisión de quien es “impuro” obedecía a la interpretación del que tenía poder en la jerarquía judía, la decisión de declararme “impura” a mí y a toda mi comunidad depende de los poderosos de la Iglesia Cristiana.
Actualmente a casi 40 años de que la Homosexualidad haya sido sacada del Manual de Desórdenes Mentales de la Asociación Americana de Psicología y luego de que se hayan realizado muchas investigaciones serias de otras organizaciones de la salud que afirman que la Orientación Sexual en la humanidad es diversa y ninguna de ellas es una patología y por lo tanto no hay nada que “restaurar” ni “cambiar” para conformarla con la normatividad heterocéntrica. Aún ahora, a pesar de lo que dice la ciencia, muchas denominaciones cristianas son las primeras en declararnos personas “impuras” y somos víctimas de la caza de brujas en nombre de la “pureza”.
No sólo eso, las personas LGBTQ tenemos que vivir con las singularidades particulares del estigma al que nos someten. Si una persona sufre discriminación por racismo, posiblemente su madre y/o su madre, hermanos/as, primos/as etc tienen su mismo color de piel. Esta persona discriminada por su apariencia, por algo innato, no elegido, tiene a su familia, que es igual a ella, que la acepta y la sostiene.
El gay o lesbiana cristiana/o, cuya familia es cristiana, es rechazada incluso por esas personas que más ama.
Nosotras y nosotros somos rechazados/as y confinados/as al mas solitario “leprosorio” por decisión de quienes nos etiquetan de impuros.
Muchas tradiciones de fe justifican la marginación de las personas como yo de la vida religiosa de sus comunidades con 6 o 7 textos de dudosa y variada interpretación que adolecen terriblemente de una exégesis seria.
Tanto ya se ha escrito sobre esos textos “garrotes” (llamados así porque son usados para lastimar), libros y libros de interpretaciones alternativas, pero sin embargo estas comunidades se niegan a re-examinar sus creencias de tal forma que siguen manteniendo a las personas LGBTQ aisladas en sus “leprosorios”. Dan la espalda a la ciencias que nos han normatizado pero han elaborado ideas pseudo-compasivas como “amar al pecador pero aborrecer al pecado” que no tienen ninguna justificación bíblica ni teológica coherente.
Si me aceptaran, si me amaran deberían aceptarme como soy, con todas las áreas de mi humanidad que me cruzan transversalmente, incluida mi orientación sexual y mi identidad de género. Aspectos que no decidí voluntariamente a sentir ni experimentar como míos.
Cuando Dios Te Toca
Cuando en el Libro de Marcos el leproso se acerca a Jesús él está cometiendo un acto reprobable, el leproso se acerca a una persona que no tiene lepra y le dirige la palabra diciéndole: “Si quieres puedes limpiarme”.
¿Qué hace que es hombre marginado de la vida comunitaria se acerque a Jesús? Este hombre ha sido despojado de sus derechos, de todos los que gozaba antes de ser declarado impuro. Ahora es un paria, alguien que debe ser evitado siempre no permitiéndosele ninguna relación con los “puros”.
Para ser aceptado en la comunidad, el leproso debía pasar por el ritual de ser declarado “limpio, puro de nuevo”, acto que sólo se realizaba en el templo con un Sacerdote y siguiendo el procedimientos estricto del Código de Pureza; sin embargo esta persona marginada por su sociedad se dirige a Jesús creyendo que éste tiene poder para liberarlo de su estigma social.
Cuando me encontraba espiritualmente, desfigurada por el rechazo, negada por aquellas personas que creían eran mis hermanos/as, en el obligado leprosorio, desde mi orilla marginal yo también busqué a Jesús. El Jesús con el que había caminado por ya tantos años y del que intentaron arrebatarme de sus manos.
En mi condición de lesbiana, yo también vivo despojada de mis derechos más elementales, derechos que ninguna tradición de fe debería poder negar a un ser humano. Las leyes de estados independientes y laicos no pueden ni deben legislar en base a dogmas religiosos, aún cuando una fracción mayoritaria del ambiente evangélico esté en desacuerdo con las legitimación de las uniones civiles entre personas del mismo sexo, éstas no tienen el derecho de promover este status quo de desigualdad.
De todas formas, a pesar de todos los estigmas, rompiendo las reglas establecidas por los dogmas, caminé sola los 49 pasos que me separaban de Jesús, el verdaderamente puro, y yo, la leprosa, le dirigí la palabra. La palabra que me es negada, la palabra que creen no tengo derecho a decirla porque soy lesbiana.
Marcos dice que Jesús mira al leproso con misericordia y antes que nada lo TOCA.
A pesar de que las voces oficiales de la iglesia conservadora me han dicho que repita: “Soy impura! Impura” y me aleje avergonzada a vivir en soledad mi supuesto “pecado”, en la gracia Jesús me ha mirado! Y no sólo eso, también me ha tocado! Dios en su misericordia ha permitido que en muchas otras experiencias fuera del “templo” sea tocada. Jesús no ha esperado que una comisión directiva decida sobre mi dignidad como persona ni que un manifiesto afirme mi derecho inalienable al respeto y a la igualdad.
No, Jesús me ha afirmado en mi dignidad porque siempre he sido digna, así como todo ser humano es digno. Jesús me ha declarado pura, no porque haya sido impura por mi orientación sexual, sino que me ha devuelto a la vida comunitaria de la que había sido excluida por la interpretación de ciertos textos bíblicos a la que han llegado algunas iglesias.
Felizmente como vemos en el texto de Marcos la sanidad/limpieza no depende exclusivamente de los sacerdotes del templo, no depende de Instituciones Religiosas enclaustradas en sus muros de auto-complacencia.
Luego de salir del armario he encontrado muchas miradas compasivas y muchas personas me han tocado y me han sanado el alma. Eventualmente luego de algunos años he encontrado algunas denominaciones mas sanadoras que otras.
Las primeras personas con las que me encontré en mi aislamiento “impuro” impuesto por el fundamentalismo han sido en encuentros no religiosos; estas personas que no tenían la autoridad institucional religiosa de mirarme tenían, porque Dios obra de maneras misteriosas, el poder del Espíritu Santo que se manifiesta en las voces proféticas incómodas, este Espíritu de aceptación que también se hizo palpable en el deseo de verme y aceptarme tal cual como soy, como un SER HUMANO.
Muchas familias de personas de mi comunidad se encuentran en la duda de ofrecer o no un toque liberador y mas aún un abrazo amoroso a su hijo gay o hija lesbiana. Estas familias cristianas están en la disyuntiva de seguir el Espíritu de gracia o seguir los dogmas de supuesta “pureza”.
El mensaje institucional les indica que deben negarnos el toque sanador de la aceptación basado en la doctrina fundamentalista predicada con pasión desde los púlpitos, sermones que esgrimen estar en “defensa de la familia”. Este mensaje no tiene en cuenta a MI familia, la que sufre, la que aprende a rechazar con textos bíblicos fuera de contexto y en nombre de la fe. Madres, padres aprenden que deben orar a Dios para que “cambiemos”, aunque en realidad no haya nada que cambiar, por lo menos en lo que respecta a orientación sexual.
¿Quién es este sencillo carpintero de Nazaret que cree tener el poder para hacer lo que sólo un Sacerdote/Pastor del templo podía hacer?
¿Quién es éste que fuera de la Institución Religiosa imperante decide romper las reglas y tocar a un “intocable”?
¿Cuántas y cuantos Jesús tenemos en las iglesias que se animarían a tocarme?
Jesús lo toca, me toca, Jesús se arriesga a ser también considerado impuro y le dice: “Quiero, sé limpio” y el hombre fue limpiado. Jesús deseaba que esta persona tenga una vida plena. Esta persona recuperó su lugar y fue nuevamente aceptada en su sociedad con el toque “sanador” de Jesús.
Salir del Templo para Tocar y ser Tocados/as
Si trasladamos estas ideas sobre pureza/impureza quienes serían los “intocables” de nuestra sociedad ahora?
Tenemos muchos lastimosamente, los pobres, las mujeres, los/as niños/as de la calle, los indígenas de nuestros pueblos originarios, los inmigrantes. Tenemos tantas personas que necesitan ser tocadas. Tantas personas con necesidad de recibir una mirada directa, en el mismo nivel en plan de igualdad y no desde arriba hacia abajo con aires de superioridad.
Ser LGBTQ en nuestros días es ser considerado/a impuro/a por la mayoría de las denominaciones cristianas de Latinoamérica. Aún así, sé que existen personas cristianas con corazón sincero, que han llegado a entender desde la fe que la orientación homosexual no es pecado y que sinceramente han hecho el esfuerzo de mostrarme la gracia de Dios con su acompañamiento, algunas de ellas se encuentran en posiciones de poder, en puestos políticos que responden a las estructuras denominacionales por lo cual “tocarme” fuera del templo, a la vista de todas y todos las convertiría en “impuras”, así como yo lo soy para muchos.
Jesús no depende de estructuras ni de comités directivos; Jesús tocó al leproso fuera del templo y lo limpió. Jesús tocó a esta persona y le devolvió la posibilidad de SER que resulta de la interacción entre dos personas que se miran y se reconocen como seres humanos inherentemente dignas de respeto. Si, el Jesús histórico, el hombre, hablaba, caminaba, comía, reía con otros seres humanos.
Muchas de estas personas sanadoras que están en mi vida no tienen ninguna afiliación religiosa, algunas son ateas o agnósticas, pero han sido las primeras en mostrarme a Jesús, aunque estas últimas no lo vean o sientan así.
Los grupos de activistas por los derechos de las personas LGBTQ están cumpliendo el rol sanador que la iglesia cristiana se niega a realizar por empecinarse en mantener dogmas patriarcales heterocentristas por sobre los dos más grandes mandamientos dados por Jesús en Lucas 10:27 “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.”
Doy gracias a Dios por las/os activistas sociales que cumplen un rol liberador en la vida de tantas personas de mi comunidad. Así como Jesús no era aceptado en el ámbito oficial de la adoración en el Templo, así como fue perseguido por los/as que se consideraban mejores y más dignos de ser hijos e hijas de Dios, así también, estos activistas, como Jesús han sido rechazados/as. Ciertamente sus posiciones políticas son un peligro para el buen vivir del que vive cómodo y por lo tanto deben ser descartadas por no pasar el “código actual de pureza evangélica”.
Pero por otro lado, ¿Qué hacen aquellas personas cristianas en puestos de poder que saben que ser LGBTQ no es pecado pero siguen callando por miedo a perder sus privilegios en las iglesias, que callan porque temen perder feligreses y donaciones que vienen de entes conservadores?
Mientras más callen más personas de mi comunidad seguirán aisladas, creyéndose “impuras”, muchas no aguantaran la presión social de ser marginadas por sus familias que influenciadas por las iglesias siguen negándole el toque sanador de la aceptación.
El indice de depresión en mi comunidad es alto, no porque seamos LGBTQ, sino porque el estigma y la discriminación a la que nos someten es difícil de soportar. Ultimamente los casos de suicidios de adolescentes no-heterosexuales han sacudidos los medios de comunicación, pero nunca sabremos los datos exactos de este aniquilamiento silencioso porque en las familias cristianas decir que un hijo o hija es gay o lesbiana es una vergüenza que se debe evitar con la negación.
El profeta Oseas dice “mi pueblo perece por falta de conocimiento” 4:6; mi pueblo, mi comunidad perece literalmente, muchos/as mueren, se auto-eliminan en sus “leprosorios” en solitaria deshumanización.
Dónde están los/as seguidores del Jesús que se atrevió a tocar al leproso!? ¿Acaso la vida de una persona no vale más que un puesto en un comité? ¿Acaso Jesús no fue rechazado por la cúpula de poder por ir en contra de preceptos que oprimían en vez de liberar?
¿Qué hacen las instituciones y sus representantes oficiales mientras tantas personas LGBTQ cristianas que desean una vida comunitaria de fe andan solas como ovejas sin pastor. Con el agregado de ser despreciadas y aisladas con vehemencia por los/as cristianos que creen que ser “heterosexuales” es un requisito para ser cristiano/a?
¿Qué hacen con el Jesús que extiende la mano y toca a la persona LGBTQ haciéndose El mismo una persona LGBTQ para sentir conmigo el rechazo y la discriminación? ¿Lo van a rechazar también? ¿Van a darle la espalda y van a encerrarse en sus templos para sólo salir a realizar marchas nefastas como “queremos papá y mamá”?
Aun así, el Espíritu liberador fluye y sana, no depende de ustedes, ni de nosotras las personas llamadas “impuras” por la mayoría cristiana de Latinoamérica. Fuera del Templo, dentro del Templo, Dios sigue siendo Dios y los/as que creemos en su existencia y poder liberadores seguimos siendo sus hijas e hijos.
Lo que si depende de ustedes, hermanas y hermanos en la fe, es el decidir a continuar oponiéndose al Espíritu o a unirse a su fuerza liberadora para ministrar vida y no muerte.
Lo que si depende de ustedes es el ponerse del lado más justo ahora y no esperar 100 años para disculparse por haber sido cómplices del daño realizado. Lo que si depende de ustedes es que extiendan su mano y nos toquen, nos liberen del estigma y acerquemos juntas y juntos el Reino de Dios, que es lo mismo que la Comunidad Amada de Dios.
Paz y Bien,
Sobre la autora:
Esther Baruja es Psicóloga Clínica. Inició sus estudios teológicos en el Seminario Isedet en Buenos Aires. Fue obrera de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (CIEE) en su país natal, Paraguay. Actualmente vive en Chicago-EEUU con su compañera Kati y está en el último año de Maestría en Divinidad en Chicago Theological Seminary. Es miembro de la iglesia Wellington United Church of Christ, colabora con el comité organizador de Chicago Religious Leadership Network on Latin America y se desempeña como Capellana en un Centro de Detención para menores indocumentados.