Fragmento de Lucas 10.30-37 versión David Romero Habla Hoy
El Maestro sabiendo que no le habían entendido nada más allá de lo que querían oír (osea, ni michi), se puso de pie y dijo:
Cierto día, un hombre se dispuso para ir de Huancayo a Lima. En el camino le asaltaron unos ladrones que, después de golpearlo, le robaron todo lo que llevaba y lo dejaron medio muerto cerca de “La Victoria”.
De casualidad, por el mismo camino pasaba un ministro de alabanza muy reconocido. Estaba llegando un poco tarde al culto de alabanza, donde él tenía un papel preponderante. Al ver a aquel hombre, el ministro se hizo a un lado y siguió su camino, porque “el señor le estaba esperando en el templo”. Luego pasó por ese lugar un pastor, que era el principal en su denominación, representante de muchos colectivos de pastores; cuando aquel otro vio al hombre, se hizo a un lado porque era un lugar muy peligroso, quizá podría correr con la misma suerte de aquel hombre, y él era muy valioso como para privar a la iglesia evangélica de su santa presencia, y siguió su camino.
Pero también pasó por ahí un travesti, que trabajaba por la zona. Al ver a aquel hombre tirado en la vereda, sintió compasión por él. Se acercó, sanó sus heridas, y le puso vendas. Lo subió a un taxi y lo llevó a un pequeño hostal y ahí lo cuidó.
Al día siguiente el travesti le dio dinero al gerente del hostal y le dijo: “Cuídame bien a este hombre. Si el dinero que le dejo no alcanza para todos los gastos, yo le pagaré lo que falte a mi regreso.”
El Maestro terminó el relato y preguntó a los pastores:
A ver… De las tres personas que pasaron por el camino ¿Cuál fue el prójimo del que maltrataron los choros?
El que se preocupó por él y lo cuidó – se atrevió a responder un pastor– y el Maestro le contestó:
ANDA Y HAZ TÚ LO MISMO.
El que tiene oídos, que oiga.
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