martes, 18 de noviembre de 2008

Crisis del Modelo de Representación en la Iglesia Evangélica

Desde hace unos años se ha venido afirmando que el mundo evangélico en América Latina asiste a una crisis del paradigma denominacional para conducir y orientar la identidad teológica y espiritual de los creyentes latinoamericanos. Algunos autores han señalado la entrada en vigencia de un paradigma “postdenominacional” donde si bien las denominaciones siguen existiendo, éstas no condicionan ni establecen la pauta de las creencias, la liturgia o la espiritualidad de sus miembros, puesto que no ejercen la misma influencia o no tienen la misma fuerza que en años anteriores.

De la misma manera un conjunto de voces de jóvenes creyentes están haciendo sentir su toma de distancia con relación a la creencia en la legitimidad o validez del “paradigma de representación” de los líderes, dirigentes o pastores con respecto de sus dirigidos, feligreses o membresía.

Desde estas voces divergentes el orden de gobierno en el que muchos de nosotros hemos crecido en las iglesias evangélicas estaría siendo sacudido por formas emergentes de organización eclesial, por nuevas comunidades, “iglesias-hogar” u otras formas de asociación que los cristianos no-católicos estarían empezando a construir en nuestro Continente.

En el pasado mes de octubre, con motivo de la conmemoración del Día de la Reforma Protestante (31 de octubre) nos reunimos como IMT con un pequeño grupo de creyentes que forman parte de estas nuevas comunidades y realizamos un DIÁLOGO PARA LA MISIÓN sobre este tema.

Allí conocimos la historia de Juan Rebelde. Usted puede leer un comentario al respecto en: (http://jovenestiempodehablar.blogspot.com/2008/07/homenaje-juan-rebelde.html?showComment=1215795720000)

Como lo señala el teólogo Jorge Chávez en el blog precitado, “Juan Rebelde representa en su forma de pensar a una juventud que rechaza los íconos tradicionales religiosos para empezar a preguntarse a sí mismo ¿qué significa ser sencillamente un discípulo de Jesús?”.

Identificamos en nuestro diálogo que esta “crisis de representación” es en realidad una crisis del modelo pastoral vigente por la cual algunos creyentes no creen que la enseñanza del Nuevo Testamento nos vincule con un esquema centrado en la concentración del poder alrededor de un grupo especializado de “clérigos”, en contraposición con un grupo de “laicos” que asumirían en estas mismas iglesias un papel secundario, pasivo y subordinado no sólo en la toma de decisiones sobre la marcha de la congregación, sino incluso en las normas de conducta compartidas y en la forma de vivir de los creyentes.

Enarbolando la bandera que “todos los creyentes somos pastores unos de otros”, nuestros amigos del movimiento emergente nos hicieron pensar en cuáles son los fundamentos que podrían justificar una serie de prácticas que se dan en nuestras iglesias: el que haya un grupo especializado de líderes, que estudia teología, que tiene autoridad para administrar los sacramentos u ordenanzas, que ejerce el protagonismo en la predicación, la enseñanza y la corrección pastoral y que tiene el derecho de recibir un sueldo a cambio de esta función que desempeña.

Es decir, estos grupos emergentes nos hicieron pensar en temas como: las formas de organización de las comunidades cristianas, la distribución del poder al interior del Cuerpo de Cristo y los fundamentos bíblicos para el sostenimiento de grupos dedicados a un “ministerio a tiempo completo” dentro de la congregación.

Asimismo, pensamos juntos en los vicios que puede generar la concentración excesiva del poder en la iglesia en pocas manos, la falta de una cultura de rendición de cuentas (accountability) y la necesidad de contar con mayores espacios de descentralización del ejercicio de los dones y ministerios para no vivir en esquemas “templo-céntricos” y menos aún, no vivir tampoco en esquemas “pastor-céntricos”.

Nos llamó la atención que la orientación teológica de estos grupos emergentes dentro de la actual Iglesia Evangélica poco sepan o quieran saber con relación a los postulados de la Reforma Protestante, a la que ven como algo lejano y antiguo, algo del siglo xvi que no tiene mucho que decirnos en pleno siglo xxi.

Sin embargo, mucho de lo señalado por esta teología y discurso contestatario emergente, está emparentado con la utopía reformada del sacerdocio universal de todos los creyentes del siglo xvi. En un mundo medieval en el cual la mediación de la Iglesia y del sacerdote eran considerados imprescindibles para alcanzar el favor de Dios, la Reforma Protestante irrumpió en la Europa occidental afirmando el libre acceso a la presencia de Dios por la sola gracia y por la obra de Cristo y el Espíritu Santo.

El llamado a vivir en una “Iglesia Reformada siempre reformándose” parece que entró en un gran vacío y cayó en “saco roto” con el transcurrir de los años y con el desarrollo de las principales líneas denominacionales, protestantes, evangélicas y carismáticas (incluyendo a las iglesias independientes, iglesias apostólicas e iglesias no-denominacionales) que han seguido reproduciendo el esquema de la separación radical entre clérigos y laicos hasta experimentar esta crisis actual que es evidenciada de manera más directa a nivel de los sectores juveniles de muchas congregaciones.

El nuevo paradigma de comunidades emergentes parece estar en franco ascenso, de la mano del auge del sistema de libre mercado de discursos evangélicos, la masificación de las formas de consumo de productos religiosos convencionales y no convencionales, el uso de los medios de comunicación y el Internet y la crisis del paradigma denominacional y, probablemente, de la crisis del modelo pastoral de representación que procura concentrar el poder sobre la congregación hasta niveles insoportables para esta juventud emergente y postmoderna.

Termino señalando una paradoja histórica sobre el tema que venimos tratando. Hace unos días llegó a mis manos un artículo, de mi buen amigo el investigador católico José Luis Pérez Guadalupe, titulado “Gestión y Liderazgo Eclesial. Un desafío para la Iglesia Católica”. En síntesis, es un llamado a que la Iglesia Católica realice una reforma en su manera de concebir el “liderazgo eclesial” que permita la “descentralización de la autoridad y de las funciones, y un mayor empoderamiento de su personal”. Es un llamado al desarrollo armónico de los carismas que permita que la Iglesia Católica llegue a entusiasmar con una propuesta activa de pastoral y evangelización a un pueblo latinoamericano que encuentra una realidad eclesiástica de diversidad religiosa que le permite optar por formas alternativas de espiritualidad distintas a la católica, y allí estamos definitivamente los evangélicos como la principal alternativa de espiritualidad.

Sin embargo, la paradoja consiste, a mi entender, que mientras la Iglesia Católica busca descentralizarse y otorgar una mayor fluidez a la administración del poder de tal manera que se vuelva una iglesia más dinámica y más cercana a las necesidades espirituales de la gente, las Iglesias Evangélicas por su parte, habiéndose originado en la crítica a la concentración de poder del sistema eclesiástico de la Iglesia Medieval con expresiones como la Reforma Protestante, hoy, esos hijos de la Reforma están buscando concentrar y encerrar el poder en formas de administración eclesial que controlen y ahoguen la vida de sus miembros, quizás incluso, bajo el pretexto que esta sería una forma más eficaz de cuidado pastoral.

Pareciera que no hemos aprendido de la historia o que cíclicamente tendemos a volver a nuestros viejos errores. Esta iglesia emergente de los jóvenes postmodernos nos está haciendo ver nuestros propios límites y haríamos bien en meditar si como evangélicos estamos en condiciones de afirmar que OTRA IGLESIA ES POSIBLE en cuanto a la administración del poder en la espiritualidad evangélica en América Latina.

No hay comentarios: