En su visita a Lima, Juan Stam, tuvo a su cargo las ponencias referidas al libro de Apocalipsis. Un escrito que despierta curiosidad, polémica y una serie de interpretaciones por su alto contenido simbólico, cabe decir además, que es habitualmente asociado “sólo” a un catastrófico fin del mundo.
Es entonces, necesario y pertinente señalar que existe para los y las creyentes de hoy, premisas para la realización de la misión, esas tareas que la iglesia no puede, ni debe ignorar. En seguida un resúmen respecto a este tema:
Un punto de partida
Empecemos del hecho que el Apocalipsis o Revelación, fue escrito en un momento de extrema crisis, y está dirigido a los cristianos, mártires del siglo I, víctimas de brutales ataques por parte del Imperio Romano. Y en su rol profético, Juan denuncia la opresión de un imperio romano arrasador, se pronuncia contra un sistema político, económico, social, económico, religioso e ideológico. Para los primeros lectores, obedecer este libro y no acomodarse al sistema, podría significar la muerte.
¿Cómo ese mensaje escrito para los destinatarios de su tiempo es ahora mensaje para la iglesia de hoy?
Jesucristo es el Señor de la historia, y el mundo es el campo de nuestra misión. Fuera de ese mundo, no podemos realizar nuestro testimonio, nuestra evangelización y nuestra práctica de las exigencias del evangelio. El Señor nos llama a vivir nuestra fe en el mundo donde estamos (Perú, Costa Rica, América Latina), no fuera de ese mundo ni en otro mundo. Por eso, es imperativo que lo entendamos a fondo, y que lo entendamos bien.
Propongo estos puntos que nos ayudan a ver bíblicamente nuestra realidad y su significado para la realización de la misión en la iglesia hoy:
Enfatizar en el Proyecto del Reino de Dios
Es anunciar ese proyecto como un reino de justicia, la figura del “lino fino” es tomada como las acciones justas de los santos. Es para el cristiano ingresar en la historia, asumiendo un compromiso con los desfavorecidos, forjando un nuevo estilo de comunidad donde se respeten la vida, la libertad y los derechos que son pasados por alto en nuestros países. En ese sentido, presentar este Reino de justicia está vinculado con la tarea profética del análisis crítico de la realidad.
Asumir el compromiso profético: Denunciar, no quedarse callados
El rol profético siempre comenzaba con esa manera de ver la realidad, para cuestionarla. Ser profético exige cuestionar muy rigurosamente lo que está pasando en este mundo donde vivimos. La pasividad sumisa no es una virtud cristiana. Juan es tajante en su denuncia del pecado, dentro y fuera de la iglesia. A las obras de los nicolaítas, las confronta con el odio del mismo Señor Jesús (Ap 2:6). ¡Qué importante saber odiar, pero con el Señor, aborrecer lo que él aborrece y cómo él lo aborrece! En su denuncia del Imperio Romano, Juan se atreve a tildar al emperador de bestia diabólica y su propaganda como vómito de demonios (16:13-14). La "imparcialidad" y la "neutralidad" no son valores proféticos; las más de las veces son anti-valores que terminan sirviendo a la injusticia. La iglesia tiene que aprender a indignarse, con ira santa e impaciencia profética. "Yo no me meto" o "Eso no me afecta a mí; ¿A mí qué me importa?" no pueden ser consignas nosotros ahora. A veces, callarse es el peor pecado. Las denuncia de Juan de ninguna manera significaban un pesimismo, mucho menos un derrotismo. La primera expresión de esta fe profética era el anuncio de juicio divino, que paradójicamente significaba la esperanza de la realización de la justicia de Dios.
Entender el sentido del juicio final
El juicio final se dirige en muchos pasajes contra los que hablan y no hacen nada, los que dicen “Señor, Señor” Y nuestro evangelismo ofrece un evangelio barato, muy fácil, una gracia barata ¿No estaremos llenando nuestras iglesias de personas que dicen Señor…Señor; pero no hacen la voluntad del Padre? Esta es una falsificación de la misión de la iglesia.
Creo que mencione una iglesia en Alemania donde dice:
Me llaman camino y no me siguen
Me llaman luz y no me ven
Me llaman maestro pero no me escuchan
Me llaman Señor y no me obedecen
Si yo los condeno, no me reclamen
Decir Señor, Señor, no garantiza nada, hacer la voluntad de Dios es reconocer a Cristo como Señor.
Anunciar un nuevo orden de cosas
En la visión de la Nueva Jerusalén, Juan anuncia un nuevo régimen de abundancia e igualdad para todos. Si antes la ramera y sus aliados tenían prostituido todo el poder, ahora todos los habitantes de la Nueva Jerusalén son reyes y sacerdotes, nadie mayor que otro ni nadie menor que los demás. Si antes la ramera tenía prostituida toda la riqueza (oro, perlas, muchas joyas), en la Nueva Jerusalén esas riquezas serán de todos: calles de oro y puertas de perlas fundadas en gemas y joyas que ya no están monopolizados por los poderosos.
Y eso nos compromete con un nuevo orden de cosas, a cooperar en la construcción de una nueva realidad en Perú este año, en Costa Rica este año. Nos motiva a luchar a comprometernos con ello.
Mantener la esperanza
En el capítulo cuatro del Apocalipsis Juan fue llevado a la puerta del cielo y vio el trono de Dios, establecido por los siglos de los siglos. ¡Qué fundamento más firme para nuestra esperanza! Pero al final del libro, ese mismo trono desciende y se establece en la Nueva Jerusalén, en una nueva tierra. La esperanza que nos da el Apocalipsis no es sólo la de ir a cielo. En la visión final estaremos con cuerpos resucitados y gloriosos, andando sobre tierra nueva y viviendo en una comunidad nueva, comiendo del árbol de la vida. ¿Podría haber mayor esperanza que la que nos promete el Señor? El Apocalipsis anuncia una esperanza más allá de las circunstancias históricas. Es impresionante la manera en que va alternando entre visiones de la tierra y otras del cielo, o del presente de lucha y otras del futuro de victoria y gozo. Después del largo relato del dragón y sus aliados (capítulos 12-13).
Hablar del Apocalipsis es hablar también de poder. Aquí también tenemos un desafío muy retador para los partidos políticos cristianos y para los cristianos que llegan a ocupar puestos en el gobierno. Dios no los tiene ahí para defender los intereses de la iglesia sino para ser la conciencia profética de la nación...Hasta ahora no conozco a alguno que sobreponga los intereses del pueblo, si conocen a alguno, me avisan...
Si estos partidos políticos cristianos no tienen una presencia profética en la vida del país, mejor irse para la casa. Muchas veces los políticos evangélicos son conocidos por su poca integridad y su mucho oportunismo, de modo que una denuncia profética por ellos carecería totalmente de credibilidad. Las más de las veces ellos se han metido en la política con el único objetivo de buscar favores para la iglesia, o hasta personales, y no de luchar para la justicia y servir al bien de todo el pueblo. Por eso ha sido escandaloso el fracaso de muchos partidos políticos supuestamente cristianos.
Para concluir
Una crítica de la iglesia o de la sociedad que sólo denuncia, sin anunciar lo nuevo que Dios traerá, no pasa de ser sólo una denuncia social. No es profética. Los profetas gritan sus denuncias, pero proclaman con voz aún más fuerte el triunfo del reino de Dios. El Apocalipsis es un mensaje de esperanza, los y las cristianas en general debemos ser portadores de esa esperanza.
Esta ha sido una sistematización de lo todo lo referido al tema de la misión, trabajados en los talleres y la conferencia de Juan Stam. Esperamos que estos aportes nos de luces para replantear algunas directrices o mantener las que nos ayuden a mejorar el trabajo misionero de la iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario