Se fue el
congresista Javier Diez Canseco. Adiós congresista, hola DON JAVIER DIEZ
CANSECO (JDC).
La sra.
Naranjo ha venido repitiendo una y otra vez lo que yo llamo, la oración de los
ateos. Que murió una persona, pero nace una leyenda. Esto, en lenguaje
evangélico se entiende con las palabras de Jesús “es necesario que muera la
semilla, para que ésta dé fruto…”.
De este
gran hombre se podría decir mucho, y estoy seguro que se dirá. De este hombre
de quien los jóvenes, y en especial la juventud evangélica, tiene mucho que
aprender, sobre todo por su consecuencia, por la firmeza de sus ideas, por su
compromiso con los más desprotegidos, tal como lo habría hecho el Señor Jesús,
con PASIÓN y con VEHEMENCIA.
Pero muy
aparte de la memoria de Don JDC, y de parafrasear su vida, sus luchas y su
compromiso, comparándola con la vida, lucha y compromiso del Maestro Jesús de
Nazareth, me gustaría hacer dos observaciones de índole político, pero como
siempre, desde un enfoque evangélico.
La Despedida.-
Fue
impactante ver con mis propios ojos, la inmensa cantidad de gente que amaba a
Don JDC, y lo demostró dándole un “último adiós”. Como evangélico, no encontré
ningún sentido en ver el cadáver de un señor, por más respetado que este
hubiese sido en vida. Pero si le encontré sentido a hacer sentir a su familia
el respeto y en cierta manera, afecto, que un servidor le ha tenido en vida. En
el velorio pude ver muchos arreglos florales, tanto de prominentes personas de
gobierno, como de humildes y militantes organizaciones sociales de base (OSB).
No pude ver ningún arreglo floral de la comunidad evangélica. Ojalá hayan ofrecido
uno en algún momento, y que se me haya pasado de vista. Pude oír muchos buenos
comentarios. Era evidente que muchas personas le amaban. Mientras oía la
historia de cómo abandonó la casa de su padre y junto con él, un futuro seguro
y próspero, para involucrarse con un ideal en favor de los pobres, no pude
evitar hacer la comparación con el Señor Jesús. Aunque esto, a muchos les incomode.
Pero lo siguiente, a quien incomodó fue a mí.
Me causó
profunda tristeza el contexto en el que partió el congresista. Si hubiese
fallecido, en el retiro, o jubilado, se le habría recordado ¡ciertamente! Pero
no se habría lamentado su partida con el agravante del mal comportamiento, y de
la traición de sus compañeros congresistas. Si hubiesen sido únicamente los
congresistas de la oposición, un servidor se habría unido al coro de quienes
critican a los opositores de toda la vida, pero de quienes se espera que con
razón o sin esta, siempre estén dando la contra. Pero me afecta, que haya sido
la presidencia de la comisión de ética, la que haya dado la estocada final.
El hecho que muchos declaran
injusto, ha sido la sanción impuesta a Don JDC en el congreso de la República,
debido a un presunto acto de corrupción en donde el proponía un proyecto de ley
en el que se beneficiaba uno de sus familiares.
El
Argumento.-
Luego de
un acalorado debate que se prolongó hasta altas horas de la noche, un servidor
pudo seguir los argumentos, discursos demagógicos y predicaciones absurdas
sobre moral de parte de algunos fujimoristas. Fuera de la defensa fiera que
diera el congresista JDC, lo que me sorprendió más (luego pasé a decepción
completa) fue la “magna” presentación del congresista y pastor, Arq. Humberto
Lay; quien en tono pastoral dio razón de la sanción desde la comisión de ética
del congreso que él preside, usando uno de esos tonos de orador en los que
parece que todo lo que se diga es verdad con “v” mayúscula, revelación casi
divina, dogma de fe, palabra incorruptible, etc. Tengo que confesar que oí más
a un predicador que a un político. Eso lo puedo entender, pero la lógica usada
no.
El “juicio”
de la comisión de ética fue que los padres de la patria están “llamados” a
mantener estándares éticos máximos. Dijo que de otras personas se esperan
mínimos éticos, pero que de congresistas, lo que se espera es llegar a máximos
éticos. Como la conducta del congresista Diez Canseco no calzaba con
los máximos éticos del santo congresista Lay, ni de su comisión de ética,
entonces JDC debía ser sancionado.
Debo
confesar que esperaba una argumentación más filosófica, propia de la rama de la
filosofía que correspondía para la situación, como es la ÉTICA. Existen
escritos tanto del lado católico como del lado protestante, en donde se abordan
ampliamente temas éticos vinculados con la política. Yo esperaba que el
congresista evangélico hiciera gala de este campo del saber y nos represente
bien. Pues de una manera u otra, el Arq. Lay está representando no sólo a un
sector de peruanos, sino al sector evangélico. Cada vez que los periodistas le
hacen preguntas con el prefijo “pastor”, la respuesta ya está afectando,
anticipadamente, al total de la población evangélica, puesto que nuestra imagen
se verá hundida o revalorada por la población nacional no evangélica. Para mal
o para bien, ésta es una realidad comunicacional que no podemos evitar, y
ocurre cada vez que el congresista abre la boca y responde ante el calificativo
de “pastor”.
Desde el
inicio, habló muy bien, su léxico es irremediablemente evangélico: “somos
llamados”. Su oratoria no es el problema, sino su argumentación (lo más
importante no es sólo cómo se dice, sino finalmente “lo qué se dice”). En su
argumentación el ps. Lay habla de máximos éticos y mínimos éticos. Eso no es
propio de los discursos de los domingos en las iglesias evangélicas. Por lo que
demuestra un mínimo de conocimiento en materia de moral y ética; lo que es
bueno. Lo malo es que lo utiliza incorrectamente.
Adela
Cortina en su libro “La Ética de la Sociedad Civil”, tiene un capítulo 3 muy
interesante llamado: “La fórmula mágica del pluralismo moral” dentro, en el
acápite 4 (pag. 50) se habla de “Éticas de mínimos y éticas de máximos”.
Resumiendo, ella explica que la ética es algo que depende de cada uno. Todos y
todas tenemos una ética propia, pero que para vivir en armonía con todas
nuestras distintas subjetividades y con diversos códigos morales y normas
éticas, es necesario presentar mínimos. Por ejemplo, saludar es algo que todos
debemos hacer, es una cuestión de cortesía. Si uno ingresa a un salón y es
recibido educadamente por una persona, que a uno le cae mal, por más
desagradable que pueda resultar, “lo mínimo que se tiene que hacer, es SALUDAR”.
Los mínimos éticos son cosas que estamos todos obligados a hacer para vivir
civilizadamente en sociedad. Por
otro lado, los máximos éticos son ideales buscados por las religiones y
filosofías morales. Por ejemplo “el ayuno”. Ayunar es bueno, no solo como
ejercicio espiritual, sino también como disciplina física que limpia el cuerpo.
Una persona puede ayunar tantas veces como pueda, tantas veces como lo decida.
Se puede decir de una persona que ejercita esta disciplina espiritual que es
una persona piadosa, y hasta serviría como ejemplo a otros que nunca han
ayunado en su vida. Pero si esto se convierte en una especie de obsesión, en
donde la persona piadosa obliga a otras personas a ayunar con el/ella, entonces
se está trasgrediendo el derecho del otro, de la otra. Eso es sancionable. Uno
puede hacer todas las cosas buenas que desee, pero no puede obligar o coactar a
otras personas a hacer eso mismo, siendo que no es realmente necesario. No
forma parte de los mínimos éticos, por lo tanto es optativo, depende de la
libertad de decisión de la otra persona. En todo caso, un bien que es hecho por
obligación y no por voluntad propia, pierde su valor de “bueno”, y la persona
pierde el calificativo de “piadoso/a”. La persona del ejemplo, si obliga a
otro/otra (un niño o niña, persona con problemas gástricos, adulto/a mayor) a
someterse a su norma moral, está atentando contra sus derechos, se trata de un
asunto de justicia, y eso es trasgredir los mínimos aceptables (cosa que suele
pasar en el ámbito religioso, se llama ABUSO DE AUTORIDAD).
Todo eso
estaría dentro de máximos éticos que no tienen por qué ser cuestionados, ni
mucho menos sancionados.
El
congresista Lay, al pretender imponer una sanción a una acción que no
clasificaría como falta, a menos que se suba la valla del estándar moral, lo
que está haciendo es juzgar según su propia ética, es decir, su ética personal,
o la de su comunidad, o su grupo religioso. Pero no está en el ámbito de los
mínimos éticos. El ps. Lay está juzgando al congresista Diez Canseco con sus
criterios personales, sus valores morales personales o religiosos, y eso se
convierte en una injusticia. Eso es un abuso de poder. Es un error académico,
una confusión de términos, de conceptos, que conllevaron a un juicio injusto.
A pesar
de que el congresista Lay preside la comisión, no es la única persona. Puede
que los demás miembros de dicha comisión, y sobre todo en el momento de la
elección en el pleno del congreso, hayan respondido a una consigna política (lo
más probable es que así haya sido), esto no resta la responsabilidad al
congresista Lay, quien en su argumentación de máximos y mínimos éticos,
demostró conocer del tema, y exprofeso elevó innecesariamente la valla del
mínimo moral a un estándar a que él le pareció. Eso es un criterio religioso “somos llamados (los congresistas) a ser
mejores que otros” es lo que dijo en otras palabras. Eso es lo escandaloso.
De los demás miembros de la comisión de ética, no puedo hablar. Pero es seguro
que llegaron a ver la leguleya del argumento, lo utilizaron a sabiendas de su
irregularidad, en contra del congresista JDC.
No sé si eso es condenable
jurídicamente. En todo caso ¿Quién sancionaría éticamente al presidente de la
comisión de ética por un fallo ético errado? No lo sé. Lo único que sé, es que
se ha atentado contra la lógica del Estado Laico.
Las
Consecuencias.-
Lo que me
queda claro, como estudiante de formación en la fe, desde las clases de
filosofía y ética, es que el criterio utilizado para sancionar al congresista
Javier Diez Canseco, ha sido errado, por decir lo menos. La actitud ante la
respuesta (fundada) de JDC fue abusiva y prepotente. Eso traerá consecuencias.
La veracidad del congresista Lay, será cuestionada. Junto con él, la de todos
los evangélicos que están participando igualmente en política. Este mal
precedente traerá cola, y será juzgado por el pueblo que entienda que se ha
cometido un atropello contra un hombre justo. Es curioso que este atropello se
dé, al igual que en el caso de Jesús, por parte de un líder religioso,
político, moral y espiritual de la época.
La
derecha ha levantado ante el pueblo a un nuevo mártir de la injusticia y el
abuso de los poderosos. Todos los acusados serán llamados al juicio popular,
que se da en las ánforas. Y si la memoria nuevamente falla, será la historia
quien emitirá su juicio. Y el juicio de la historia es terrible.
La
izquierda ha ganado un símbolo que debe saber aprovechar, en el mejor de los
sentidos. “Un reino dividido contra sí mismo, no puede prosperar”. Quiera Dios,
que no se generen animadversiones contra la población evangélica. Tales
anticuerpos serían plenamente justificados, pero injustos, sobre todo para los
evangélicos progresistas (que los hay). La Iglesia Evangélica, que sólo tiene
la bandera política del Reino de Dios, y que se manifiesta en hombres y
mujeres, sean de derecha o de izquierda, no merece ser castigada con
animadversiones hacia tal o cual partido político. Los y las evangélicas, al
igual que todo ciudadano, tienen derecho a la libertad de creencia, del mismo
modo como la libre afiliación política y partidaria. Quiera Dios que las buenas
relaciones con los partidos no se resquebrajen. Aquellos ateos positivistas que
hace algunas décadas se burlaban de los evangélicos, porque creíamos en un Dios
invisible, ahora nos respetan, y hasta nos consideran aliados en la lucha
contra la pobreza, contra las injusticias, contra la inequidad. Tal como lo
hacía Don JDC, quien en más de una oportunidad de aproximó a las comunidades
evangélicas, en paz, con una sonrisa y con la mano extendida. Fue en ese
contexto en el que un servidor y varios jóvenes evangélicos, pudimos conocerle
y oír otra clase de hacer política en el Perú. Más desde la gente y las
Organizaciones Sociales de Base, en los asentamientos humanos y los arenales,
que desde púlpitos, butacas o curules congresales con asientos de cuero y aire
acondicionado.
De Don
JDC se puede decir, que murió como los árboles. Murió de pie, y como los
guerreros, en pie de lucha, dándole frente a la injusticia, tal como lo habría
hecho toda su vida, peleando la Buena Batalla.
Hasta
pronto Don Javier Diez Canseco, el Dios que hace llover sobre justos e injustos
te tendrá un lugar preparado, así como lo tiene para con todos aquellos que se
esfuerzan por la expansión de su Reino de Justicia y de Paz.
Termino
diciendo, que yo también soy ateo del dios del cual los ateos son ateos.
Anubis