jueves, 9 de agosto de 2012

Literatura Evangélica de Aniversario

Librería "El Inca" - 100 Años de Presencia Evangélica en la Sociedad Peruana

Por: Oscar Amat y León
Director del Instituto para la Misión Transformadora
oscar_amat@yahoo.com

Ayer tuve la oportunidad de asistir a la celebración que Librería "El Inca" organizó por sus 100º aniversario. Más allá de felicitar a los anfitriones por la amabilidad y la delicadeza de realizar un evento como este, la reunión me sirvió para repensar varias cosas respecto de la historia de la Iglesia Evangélica en el Perú y del nuevo rostro público de los evangélicos que está en construcción en el Perú hoy.

Para mí, fue curioso constatar cómo la historia se nos va de las manos. Tanto en el caso de Librería "El Inca", como en el caso de la historia de muchas otras instituciones evangélicas, no existe un testimonio histórico documentado y mucho menos un análisis desde la historia social, sobre el impacto y la trascendencia de una institución tan importante como "El Inca" en la vida republicana del país. Las interpretaciones que se realizan desde la lectura tradicional evangélica o desde las buenas intenciones pastorales, terminan obviando o perdiendo de vista la fuerza de la propuesta original de evangelización y de presencia pública que significó la apuesta realizada con mucha visión por el misionero Juan Ritchie (pionero de la organización de la Iglesia Evangélica Peruana) al instalar una imprenta y librería evangélica en medio de la convulsionada Lima de 1912.

El espacio de "El Inca" no fue el tranquilo lugar de venta de libros devocionales o de estudio bíblico que hoy podemos encontrar en cualquiera de sus varios locales. "El Inca" representaba una propuesta de misión desde el uso de la literatura impresa como una forma de comunicación del evangelio entre sectores no-creyentes, ávidos de material de lectura, muy escaso en ese entonces.  Y como es evidente, para captar el interés de sectores no-creyentes, que en el Perú de inicios del siglo pasado supieran leer, los materiales debían ser lo suficientemente abiertos de mente, bien planteados y adecuadamente redactados de tal manera que combinaran la brillantez de la pluma evangélica con la capacidad profética y la sabiduría de entender la realidad peruana y latinoamericana como para producir un efecto favorable y no lo contrario.

Hoy, un ciento de años después, no hemos sido capaces de superar ese acierto misionero de Juan Ritchie. Tenemos mejores diseños gráficos computarizados, mejores máquinas impresoras, abundantes estrategias de marketing, mucho más sofisticadas, pero nunca hemos podido volver a acercarnos a ser, como editorialistas, libreros o escritores evangélicos, ese referente cultural, espiritual y progresista que significó "El Inca" desde sus primeros años de testimonio cristiano.

Hemos adquirido respetabilidad y eficiencia de mercado, es cierto. Hay mayor resultados en el nivel de ventas y en el ingreso económico resultante mediante las ganancias. Pero esa visión de Ritchie de hacer de "El Inca" un lugar donde el profesor universitario no cristiano pudiera encontrar un material digno de ser consultado; un lugar donde una madre de familia pudiese informarse (¡en aquél entonces!) sobre salud reproductiva y métodos anticonceptivos; o un espacio donde la búsqueda de Cristo mantuviese conectadas nuestra ciudadanía celestial con una visión clara de nuestra ciudadanía terrenal, esa visión, ha sido algo irrepetible para los evangélicos hasta la actualidad.

Habrá gente que me dirá "es que los tiempos han cambiado, la historia ha avanzado, ¡hemos progresado!". "¡Sí claro!" yo le contesto, pero mientras que la historia ha "avanzado", parece que nosotros como conciencia evangélica hemos retrocedido puesto que el desafío misionero dejado por la Librería "El Inca" de Ritchie no ha podido ser ni de lejos alcanzado por toda la propuesta de Literatura Evangélica que tenemos a nuestro alrededor. Cómo no recordar a "El Inca" como la imprenta donde se publicaron los folletos llamando a la ciudadanía a resistir la iniciativa del gobierno de Leguía, en mayo de 1923, de consagrar el Perú al Sagrado Corazón de Jesús, estrategia usada por el dictador como una manera de apelar al sentimiento católico para lograr la prolongación de su mandato. 

Y junto con la historia de las instituciones tenemos que analizar también la historia de las Iglesias que acompañan y animan el desarrollo de aquellas. Hoy día los actores eclesiales han cambiado mucho en el panorama evangélico. Los sectores, digamos así, influyentes y que tienen algo que aportar al proceso de producción de literatura evangélica en el Perú, están relacionados con las nuevas iglesias surgidas en nuestro país desde inicios del siglo xxi.  Hablando sólo de los nacionales, hemos dejado atrás el liderazgo de la Iglesia Evangélica Peruana, denominación evangélica que en el Perú aportó un liderazgo valioso al proceso de consolidación de "El Inca". Bien podríamos citar los ejemplos de Juan de Dios Guerrero e Ignacio Zúñiga, por mencionar dos de los más conspicuos representantes. Y hablando de los productos hemos dejado atrás los tiempos de "El Heraldo", "El Cristiano" o "Renacimiento", por mencionar tres revistas con públicos objetivo diferentes que revolucionaron la literatura evangélica de su tiempo.


¿Qué sucederá con los nuevos actores y protagonistas actuales del campo religioso evangélico? ¿Qué visión de proyecto de literatura cristiana tendrán los nuevos representantes del liderazgo de la Iglesia Evangélica hoy?  Desde mi percepción, veo que hemos dejado de lado la visión hacia afuera, tanto para la evangelización como para la incidencia pública. Hemos dejado de ser un sector líder y progresista en la expectativa de cambios individuales y estructurales que el país necesita. Hemos olvidado que la razón de ser de nuestras organizaciones de fe es que, como Jesús, podamos afirmar que nuestro propósito es que los seres humanos "tengan vida en abundancia". Y esto implica tener una opinión y una propuesta frente a los temas de conflictos sociales existentes en el país; frente al tema del cuidado de la Creación y el problema medio ambiental; frente a la necesidad de erradicar el racismo, la pobreza generadora de desigualdades y toda forma de discriminación frente a personas que creen, sienten, piensan y viven de manera diferente que nosotros/as.  Esto implica también dejar de encerrarnos en nuestras urnas de cristal, que es lo que muchas veces hemos convertido a nuestras congregaciones; torres de marfil o castillos feudales desde donde afirmamos nuestra cuota de poder y nos mantenemos indolentes y sin voz frente a los desastres que puedan ocurrir a nuestro alrededor. Afirmar la vida y el compromiso con su defensa y preservación es el gran mensaje que me llevo como desafío de la celebración de anoche por los 100 años de Librería "El Inca". 

No se trata de regresar al pasado. Se trata de aprender a tener memoria histórica y sensibilidad por las necesidades reales de nuestro país, empezar a reemplazar la comodidad e indolencia tradicional por el compromiso cristiano y la creatividad para acompañar, pastorear y testificar a nuestro pueblo y a sus instituciones que en Cristo hay arrepentimiento y cambio de vida y que el Espíritu de Dios, a través de estos instrumentos humanos, hace nuevas todas las cosas conforme al propósito de la manifestación de su Reino.

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