De muestra un botón
En un contexto de “libertad” y específicamente de “libertad religiosa”, luego de una marcha, luego de una ley que formaliza el tema (al estilo de un Gobierno aun sesgado hacia un sector religioso) aún se destilan manifestaciones claras de discriminación religiosa. Como es lógico de un gobierno centralizado, los alcances y avances logrados en la ciudad capital no llegan a los distintos centros poblados. Incluso los centros educativos, que debieran ser faros que irradian la luz del conocimiento se pueden convertir en máscaras, caretas de pseudo-iluminación.
De muestra un botón.-
Ejemplo de ello tuve la desgracia de experimentar en un centro educativo secundario, de un centro poblado que se jacta de ser capital de distrito (Paucará) en el departamento de Huancavelica. El caso: la realización del “Día de oración”. Se trata de una práctica espiritual de muchas confesiones religiosas, en las que elevan los deseos y/o necesidades a un ser superior al que se le llama Dios. En el distrito mencionado, el 100% de la población es de confesión cristiana (católica y evangélica). Dicho “Día de oración” lo ejecutó una reconocida ong de inspiración cristiana-protestante que trabaja en beneficio del total de la población, que procura su desarrollo social, cultural, físico, mental y por supuesto, también en el aspecto espiritual (en la medida de lo posible, sin caer en proselitismo). En este último sentido se llevó a cabo este día de oración, en el que los niños, niñas y adolescentes de los centros educativos de la comunidad oren por el bien de ellos mismos, de sus padres, de los gobernadores y para que haya paz en Huancavelica, en vista de los últimos acontecimientos vividos en la capital del departamento, teniendo como resultado cerca de 30 días de paro, violentos enfrentamientos entre la policía y la población civil, que conllevó a la muerte de 3 personas (entre los cuales se cuenta un niño) y decenas de heridos.
Esta actividad se realizó sin mucho problema en 3 comunidades anteriormente a finales del mes de junio, incluyendo la presencia de las autoridades locales. Pero cuando se presentó una de las dos autoridades religiosas que se invitó para asistirnos en dicha actividad, el director del colegio en Paucará reaccionó negativamente.
Su reacción se concentró en la negación de la participación de “ese sujeto” en su institución educativa. De acuerdo a sus palabras, se trata de una persona considerada de una “secta religiosa” y que toda la población lo conoce (se refería al pastor de una de las dos iglesias de tradición pentecostal presentes en la comunidad), por lo tanto no permitiría que haga proselitismo religioso en su centro educativo. Ante mi continua insistencia sobre el tema de libertad religiosa, el director se escudó (a mi parecer, de manera cobarde) en la opinión del alumnado y de los padres de familia. Según él, los padres pensarían que el director (mi testarudo interlocutor de ese momento) abalaba esta participación, además que “él no era nadie para permitir eso”. “Yo pensé que usted era el director, dígame con quien tengo que hablar si usted no es nadie para tomar decisiones”, le contesté con el sarcasmo más educado que pude encontrar en mí, pero aun así el insistió en que me coloque en sus zapatos. Como era de esperarse, tal cual es con la conversación con una pared, me ofreció que aceptaría la participación del pastor siempre y cuando el cura estuviera presente en la oración (como si se tratara de un acto litúrgico formal). A pesar de que le expliqué la negativa circunstancial del sacerdote católico, debido a sus actividades parroquiales, y que debemos aprovechar la presencia del pastor, en calidad de autoridad espiritual de un grupo humano, numéricamente importante en la comunidad; aún con todo él se negó, bajo la lógica de que se trata de una secta religiosa a la que no se le debe prestar cabida. Finalmente le quise contra-argumentar de que al tratarse de una institución educativa, debe dar ejemplo de inclusión y rechazar cualquier tipo de discriminación. Pero en realidad, no le importó nada de lo que pudiera decir. Se trataba de un católico recalcitrante que no permitiría que las mal consideradas “sectas” tuvieran acceso, ni siquiera a orar por la paz.
EVIDENTEMENTE SE TRATA DE UN CASO DE DISCRIMINACIÓN RELIGIOSA. No hay lógica que valga ante una persona cerrada como dicho director. Es una vergüenza que una persona con esas actitudes pudiera tener acceso a un cargo de respetabilidad como el de director, pero se comprende que en la necesidad de profesionales, se escojan a personas que pasan con 11 de nota. Mientras esta clase de personas no se encuentren con algo más duro que ellos (como la ley) no cambiarán, ni aceptarán, ni mucho menos serán “inclusivos” con minorías poblacionales. Los alumnos evangélicos del colegio secundario que dicha persona regenta se ven obligados a sumirse en la clandestinidad, como las primeras comunidades cristianas. En pleno siglo 21, se siguen escondiendo como si su fe les fuera motivo de vergüenza.
Pero no debiera ser motivo de gran sorpresa el encontrar muestras de discriminación en el interior del país, cuando a todas luces, el primer mandatario da tan buen ejemplo de NINGÚN COMPROMISO POR
Las autoridades eclesiásticas se están reuniendo desde hace algunos años para tratar este tema. Lograron algunos avances, pero la implementación de dicha ley aún tendrá que esperar varios años para ver la luz y salir de los despachos de los congresistas. Hasta entonces, los estudiantes evangélicos del centro poblado de Paucará – Huancavelica y de otros tantos lugares, tendrán que seguir escondiendo su fe en la clandestinidad, porque existen directores intolerantes que no permiten la manifestación pública de una fe, que no es la “oficial”, que no es la católica.